En las últimas semanas, los EEUU se han acercado a una convulsión revolucionaria más que en ningún otro momento. El asesinato racista de George Floyd por la policía de Minneapolis ha provocado un movimiento de enormes proporciones, desatando el descontento acumulado durante décadas, e incluso alcanzando niveles insurreccionales en muchas ciudades. 

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La ola de protestas se ha multiplicado exponencialmente en las últimas dos semanas, con casi 1.400 ciudades, pueblos y áreas suburbanas que han visto concentraciones y manifestaciones.

 Esta movilización elemental y sin precedentes de los trabajadores comunes, y sobre todo de la juventud, dejará una huella duradera en la conciencia de los trabajadores y en la juventud del mundo. Después de vivir los acontecimientos de 2020, nadie puede negar que vivimos en una época de revolución ni que las masas en los Estados Unidos son capaces de levantarse para derrocar el sistema. 

Esta comprensión de la situación ha sacudido a la clase capitalista hasta la médula. El presidente Trump profundizó las divisiones de la clase dominante y provocó la discordia dentro del mismo Pentágono al amenazar con una «dominación total» usando una violenta represión militar. Luego, después de que un puñado de manifestantes se acercara demasiado a la Casa Blanca, se vio forzado a esconderse en un búnker subterráneo debajo de la misma. 

En cuanto a los Demócratas, están frenéticos por descarrilar el movimiento y sacar a las masas de las calles. Han recurrido a una maniobra clásica que esperan que haga de truco: salir a favor del movimiento y de sus demandas, para luego torcer su significado más allá de todo reconocimiento, para vaciarlas de cualquier contenido revolucionario. 

A pesar de la falta de una organización, partido de masas o dirección, el movimiento ha comenzado a encontrar su voz, uniéndose orgánicamente en torno a las demandas de «Desfinanciación” o «abolición de la Policía». Letreros con estas consignas ahora se pueden leer en las manifestaciones en cientos de ciudades. Lo que esto significa para la mayoría de los manifestantes es que piensan que la policía ya no puede ser reformada, sino que debe eliminarse raíz. Sin embargo, la espontaneidad no estructurada del movimiento y la ausencia de un programa consistente para la transformación de la sociedad, le da a estas demandas un carácter vago y abierto a muchas interpretaciones. Esto ha proporcionado a la clase dominante la oportunidad que necesita.

 Un puñado de ciudades importantes se han visto obligadas a salir a favor de recortar modestamente los inflados presupuestos policiales. La legislatura del Estado de Nueva York aprobó un proyecto de ley que hace ilegal que la policía use como medida de control el «estrangulamiento», como el practicado a George Floyd. Y aunque los marxistas apoyamos todas las reformas reales que se consiguen como un subproducto de la lucha, prohibir los estrangulamientos no necesariamente terminará con esta práctica. Después de todo, el asesinato es ilegal, y sin embargo, la policía mató a George Floyd. Incluso si dejaran de usar estos métodos, todavía tienen muchas otras formas de infligir violencia contra manifestantes y detenidos. 

Todas las fuerzas de la prensa burguesa se han movilizado para apuntalar el engaño, ya que los medios de comunicación de todo el espectro político dominante interpretan a su modo el «significado real» de la demanda de «Desfinanciar a la Policía». Aseguran al público que en realidad no significa la abolición de la policía, solo un replanteamiento de la seguridad pública. 

A la cabeza de esta campaña está el Consejo de la Ciudad de Minneapolis, dominado por el Partido Demócrata, que, después de presidir un reinado mortal de terror policial durante décadas, de repente «vio la luz» y ahora trabaja para «desmantelar» el Departamento de Policía de Minneapolis. Pero el Consejo hasta ahora no ha proporcionado detalles sobre lo que esto significaría. Y seamos claros: en realidad no han aprobado ninguna legislación en este sentido. Simplemente hicieron una declaración pública de intenciones. Al mismo tiempo, elogiaron al actual jefe de policía. En palabras de Phillipe Cunninghami, miembro del onsejo Demócrata: «tenemos que trabajar junto con nuestro increíble jefe de policía Rondo y nuestra comunidad para construir estos nuevos sistemas [de seguridad pública] y planificar la transición a ellos». Esta es una maniobra fraudulenta clásica, conocida como «bait and switch» (atraer con engaños para después no cumplir con lo prometido), destinada a confundir y desviar el movimiento hacia canales seguros. 

Lo que está claro es que todavía habrá algún tipo de fuerza armada, junto con la prerrogativa legal de usarla contra los residentes de la ciudad, independientemente de cómo se llame o incluso si se usa con menos frecuencia para menos tareas durante un período de tiempo. Podemos estar seguros de que los capitalistas encontrarán a alguien para hacer su trabajo sucio, incluso si eso toma la forma de empresas de seguridad privadas que no rinden cuentas al gobierno de la ciudad. No estarán dispuestos a dejar que los medios para defender y proteger su riqueza y poder se les escapen tan fácilmente. 

A medida que las condiciones para la revolución maduran rápidamente en los Estados Unidos, existe una necesidad urgente de que el movimiento lidie con algunas preguntas serias: ¿Qué papel juega la policía bajo el capitalismo? ¿Qué se necesitará para abolir esta institución?

 Cuerpos armados de hombres y racismo institucional 

El homo sapiens sapiens ha vivido en sociedades sin clases o sin Estado durante más del 95% del tiempo que hemos existido como especie en el planeta. Puede que la vida no siempre haya sido idílica, pero en términos generales, la gente tenía que trabajar junta de manera cooperativa para sobrevivir, y lo hizo sin la necesidad de prisiones o cuerpos represivos especiales sobre el resto de la sociedad. 

Durante milenios, la productividad laboral aumentó y se desarrolló una división del trabajo cada vez más compleja a medida que los humanos extendieron su dominio sobre la naturaleza. En cierta etapa, debido a una variedad de factores contingentes y convergentes, la sociedad se dividió en líneas de clase. En una sociedad de clases, una minoría explotadora encumbrada vive del trabajo de los de abajo. Para defender el poder, la riqueza y los privilegios de la minoría gobernante, la institución conocida como el Estado evolucionó.

 Federico Engels explicó que, en esencia, el Estado son «cuerpos de hombres armados» en defensa de los intereses de propiedad de la clase dominante. Bajo el capitalismo, esto incluye una vasta burocracia, los tribunales, las cárceles, la policía y los militares. Todo esto existe para mantener la «ley y el orden»: las leyes burguesas y el orden burgués. Esto significa que el Estado defiende y perpetúa una situación en la que la clase capitalista posee los medios de producción, es decir, las palancas productivas clave de la economía.

Hoy en los Estados Unidos, solo 500 empresas representan aproximadamente dos tercios del PIBii con casi $ 14 billones en ingresos anuales y más de $ 1 billón en ganancias. Aunque la mayoría de estas riquezas van a llenar los bolsillos ya repletos del 1%, los trabajadores son los verdaderos «creadores de riqueza» de la sociedad, ya que su trabajo, aplicado a la naturaleza, es la fuente de todo valor.

 «El imperio de la ley (burguesa)» no es la única herramienta utilizada para mantener la división entre el 1% más rico y la clase trabajadora. La clase dominante ha creado todo tipo de divisiones adicionales entre los trabajadores: urbano-rural; cuello blanco-cuello azul; cualificados-no cualificados; mujeres-hombres; inmigrante-nativo.

 Debido al legado especialmente venenoso de la esclavitudiii, y dado el pasado y el presente del crisol de inmigrantes del país, una de las divisiones más grandes impulsadas por el capitalismo estadounidense es la raza y el color. La historia manchada de sangre de los últimos cientos de años muestra que una vez que el feo genio del racismo sale de la botella, es difícil volverlo a meter. La clase dominante sabe que si los trabajadores están ocupados luchando entre sí, pueden mantener el poder más fácilmente. El financiero Jay Gould, un «barón ladrón» de la Edad Dorada del capitalismo estadounidense, una vez se jactó de que podía contratar a «la mitad de la clase trabajadora para matar a la otra mitad». De hecho, la clase dominante estadounidense ha usado el “divide y vencerás” desde antes de la Revolución Americanaiv, ya en la Rebelión de Bacon en 1676.

 Cuando ocurren grandes movimientos como este, los que están arriba buscan contener las cosas. Pero bajo la presión de la crisis en curso y de las masas movilizadas, la clase dominante de los Estados Unidos está ahora más dividida que nunca desde el final de la Guerra Civil de 1861-1865 y la Reconstrucción posterior. No están seguros de cuál es la mejor manera de proceder. ¿La zanahoria o el garrote? El problema con estas dos opciones, desde la perspectiva de la clase dominante, es que no hay suficientes zanahorias ni palos para salvar la situación. 

La clase capitalista tiene dos partidos principales. La mayoría de los Republicanos, y especialmente Donald J. Trump, se apoyan cínica y astutamente en el racismo para lograr sus fines políticos. No se dan cuenta de que perseguir sus intereses políticos inmediatos continúa debilitando su sistema y al aparato estatal en su conjunto. Por su parte, los Demócratas están tratando de adelantarse al movimiento para cooptarlo, inyectando confusión política y creando ilusiones en las soluciones legales. Al igual que los Republicanos, su objetivo es defender el sistema y su aparato estatal, sólo difieren sus métodos de hacerlo. 

Los marxistas buscan aportar claridad política a estos temas y mostrar un claro camino a seguir. Para detener el terror racista del Estado capitalista, la clase trabajadora debe tener su propio partido, su propio gobierno y organizarse para su propia defensa. Puede que esta no sea una solución rápida y fácil, pero no hay otro camino a seguir.

 No se puede tener capitalismo sin racismo y sin un aparato estatal

 Las leyes, la inercia social, la ideología, la propaganda, la religión, el «divide y vencerás», etc., no son suficientes para mantener a toda la gente disciplinada todo el tiempo. Para mantener el status quo y hacer un ejemplo con todos los que cuestionan o actúan en contra de este sistema obsceno, se ejerce toda la fuerza represiva del Estado sobre esta o aquella parte de la población, a veces selectivamente, a veces indiscriminadamente. 

No hay forma de que una pequeña minoría pueda explotar a una gran mayoría sin «cuerpos armados» para hacer cumplir su dominio. Esto es especialmente cierto cuando las condiciones de vida de la mayoría ya son malas y se deterioran aún más. Para eliminar verdaderamente una institución como la fuerza policial actual, la cuestión de qué clase tiene el poder político y económico es clave. Además, no se puede disolver la policía en una sola ciudad o Estado: la policía debe ser abordada a nivel nacional.

 Hay una vasta red de agencias de aplicación de la ley en los Estados Unidos. A nivel federal, están la DEA, ATF, FBI, ICE, la Policía del Tesoro, los Alguaciles de EEUU, el Servicio Secreto, etc.  Además de eso, cada rama del ejército tiene su propia fuerza policial. La Guardia Nacional es realmente una fuerza policial auxiliar altamente militarizada, aunque a tiempo parcial. Cada uno de los 50 Estados tiene al menos una agencia de aplicación de la ley a nivel estatal, y hay más a nivel de condado y municipio, y en los tribunales, las cárceles, etc. 

De hecho, a partir de 2018, había casi 690.000 agentes de la ley a tiempo completo empleados en los Estados Unidos. La clase capitalista nunca renunciará a esto, y ni siquiera dicen que lo harán. Hipotéticamente, si una ciudad eliminara su fuerza policial, la policía estatal o del condado podría intervenir, o podrían crearse nuevas agencias con diferentes nombres y uniformes para llevar a cabo funciones policiales. También se podría llamar a la Guardia Nacional, y “cuando quemen las papas”, incluso los militares en servicio activo podrían ser llamados bajo la Ley de Insurrección de 1807. 

¿Cómo podemos abolir realmente la policía? 

La historia muestra que todas las reformas significativas son un subproducto de la revolución o la amenaza de la revolución. Pero mientras la clase dominante permanezca en el poder, cualquier reforma conquistada por las masas siempre será de naturaleza limitada y estará en peligro de ser revertida. Como se explicó anteriormente, incluso si se ven obligados a hacer esta o aquella modificación, los capitalistas requieren de un Estado para defender sus intereses fundamentales. 

En última instancia, el racismo y la policía son síntomas de una enfermedad social más profunda: el estancamiento histórico del sistema capitalista, que ha agotado cualquier potencial para promover el progreso humano en general. La propiedad privada de los principales medios de producción se ha vuelto incompatible con el bienestar de la mayoría. Esta es la causa principal de la ola de agitaciones sociales que ha barrido el mundo en los últimos años, y esta fuerza continuará empujando a todos los países, incluido Estados Unidos, hacia una revolución socialista.

 Hasta el mes pasado, tal declaración podría haber parecido extravagante para el observador promedio, pero los acontecimientos han demostrado que incluso el país capitalista más poderoso del mundo no es inmune a este proceso. Se está rehaciendo un nudo histórico entre las tradiciones revolucionarias y las luchas de masas del pasado, y la nueva generación de trabajadores y la juventud, millones de los cuales están abiertos a las ideas revolucionarias.

 Millones de personas han llegado a comprender que desarraigar una institución como la policía no es tan simple como aprobar una legislación o emitir una orden ejecutiva dentro de los límites del statu quo. Para terminar con la maleza, necesitas arrancar la raíz principal. El aparato de aplicación de la ley no puede ser abolido mientras se dejan intactas las leyes y la sociedad de clases para las que fueron diseñadas. La apropiación privada de la riqueza excedente producida socialmente y la necesidad de defender esa riqueza, y el poder que confiere, usando la fuerza abrumadora, la intimidación, el encarcelamiento y el terror de poblaciones enteras, es la base del gobierno capitalista. 

Es comprensible que mucha gente común piense que la policía es un mal necesario en un mundo lleno de delincuentes, pobreza y desigualdad. Pero los verdaderos delincuentes son los grandes capitalistas que juegan con la vida de millones de personas solo para ganar dinero. El delito menor es, en general, el resultado de una sociedad dividida en clases, y en un mundo de escasez artificial y con fines de lucro, las personas harán lo que sea necesario para alimentar a sus familias y sobrevivir. Además, bajo el capitalismo, un sistema en el que las personas son tratadas como mercancías, la alienación extrema conduce a relaciones distorsionadas entre los humanos. En un mundo socialista, en el que todas las necesidades de la vida, y mucho más, estén disponibles para todos, las relaciones interpersonales florecerán sobre una base verdaderamente humana y los delitos menores se extinguirán junto con la sociedad que los engendró. 

También vale la pena señalar que durante el socialismo, el período de transición entre el capitalismo y el comunismo sin clases y sin Estado, los trabajadores en el poder necesitarán alguna forma de garantizar la seguridad pública general. Sin embargo, estos organismos servirían al interés de la mayoría, no de los capitalistas, y estarían bajo el control democrático de los propios trabajadores. Los comités de vigilancia de barrio que han surgido en muchas áreas son una anticipación de cómo podría ser esto.

 Esta es la razón por la que cualquier esfuerzo verdaderamente significativo para disolver o desarmar a la policía solo puede resultar de una lucha de masas para formar un gobierno obrero. Los comités de autodefensa vecinales, compuestos por trabajadores sindicalizados, trabajadores no organizados, desempleados y estudiantes, serían un componente esencial de esta lucha. Esto marcaría el comienzo de lo que los marxistas llaman el “doble poder”: el embrión del futuro poder de los trabajadores en oposición al Estado de los capitalistas. 

En una forma incipiente, ya hemos visto tales comités emerger orgánicamente en lugares como Minneapolis y Seattle. Estos deben generalizarse, dotarse de estructuras democráticas y de control popular, así como vincularse a nivel local, regional y nacional. Solo movilizando toda la fuerza del movimiento obrero y de la clase trabajadora en su conjunto pueden los trabajadores tomar el poder del Estado, y vencer a los matones financiados por los capitalistas y a las milicias de derecha. 

La clase trabajadora de los Estados Unidos ha creado organizaciones de masas en forma de sindicatos: más de 14 millones de personas. Los sindicatos organizados, con su vasta red de miembros, espacios de reunión, medios de comunicación, etc., están en una posición única para ayudar a facilitar y coordinar la extensión de dichos comités en todas partes. Muchos trabajadores sindicalizados ya han desempeñado un papel en la lucha al negarse a conducir autobuses llenos de policías o de detenidos. El Sindicato de Trabajadores del Transporte ha respaldado a sus miembros en estoix. Algunos trabajadores costeros y Teamsters (camioneros) también están organizando paros laborales en homenaje a George Floyd. Y muchos afiliados sindicales han desempeñado un papel activo en las protestas y en la defensa del vecindario.

 Sin embargo, la dirección del movimiento sindical no ha hecho nada, ni siquiera cercano, al papel que podría y debería jugar en este movimiento. Los líderes de los principales sindicatos y la central sindical AFL-CIO deberían estar a la vanguardia de esta lucha. Como ejemplo, el sindicalismo organizado tiene el poder de organizar y llevar a cabo una huelga general: ¡podemos estar seguros de que eso atraerá la atención de la clase dominante! Y en el contexto de los Estados Unidos, una huelga general haría más que eso: plantearía claramente la cuestión de qué clase debería gobernar la sociedad. 

Los sindicatos también pueden destruir el podrido sistema bipartidista separándose inmediatamente de los partidos capitalistas y construyendo un partido obrero. Todo esto podría ir acompañado de campañas para organizar a los trabajadores no organizados. Dado el estado de ánimo en la sociedad, y las recientes encuestas que muestran que alrededor de la mitad de la fuerza laboral no sindicalizada de los Estados Unidos se uniría fácilmente a un sindicato si tuviera la oportunidad, una campaña de organización militante a nivel nacional podría incrementar rápidamente las filas del movimiento obrero organizado y sentar las bases para una total ofensiva en la lucha de clases. Desafortunadamente, la mayoría de los líderes sindicales actuales se limitan a simples lugares comunes apoyando a Biden y a los Demócratas. Y no olvidemos que no solo Joe Biden, sino también Bernie Sandersxii, se han manifestado públicamente en contra de la destitución de la policía, algo en lo que pueden estar de acuerdo con Donald Trump. 

En cuanto a los «sindicatos» policiales afiliados a la AFL-CIO, está claro que durante mucho tiempo han defendido y encubierto el racismo desenfrenado y el abuso de poder dentro de sus filas. Estas organizaciones funcionan más como cárteles, y utilizan su importancia ante la clase dominante como palanca para «defender a los suyos», incluidos muchos sociópatas racistas. A medida que el movimiento para luchar contra la brutalidad policial continúa ampliándose, los sindicatos policiales claramente están desempeñando un papel abrumadoramente reaccionario: frenando la liberación de las energías de los trabajadores organizados hacia el lado correcto de la historia.

 ¿Podría la inclusión de estas organizaciones haber representado un posible punto de presión sobre el aparato del Estado capitalista por parte de la clase trabajadora? Sin duda, esta era una posibilidad en el curso de una dramática escalada de la lucha de clases. Después de todo, ha habido numerosos ejemplos en las filas de la policía que se fracturan o quedan parcialmente inmovilizadas bajo la presión de una lucha de clases más amplia en el contexto de situaciones revolucionarias en todo el mundo. 

Pero el punto de partida del método marxista es la realidad viviente de la lucha de clases tal como se desarrolla realmente, no formulaciones abstractas o posiciones que apliquen a todos los escenarios, independientemente del tiempo y el lugar. Se ha alcanzado un punto de inflexión, y si queremos aprovechar el enorme potencial, aún latente, de la clase trabajadora, los líderes sindicales nacionales y locales deben tomar medidas y mostrar sin ceremonias la salida a este conflicto. 

Sin embargo, incluso si los sindicatos policiales fueran expulsados de la AFL-CIO, no absolvería a los líderes sindicales de su negligencia y de sus políticas de colaboración de clase. En lugar de utilizar su poder y recursos para movilizar a sus millones de miembros apoyando totalmente las protestas, han emitido proclamas tibias de abstracta solidaridad. En lugar de llenar las calles con la artillería pesada de la clase trabajadora para desafiar los toques de queda y defender las manifestaciones de la acción policial, de los provocadores y de las milicias de extrema derecha, han depositado todas sus esperanzas en las elecciones de noviembre. En lugar de ayudar a facilitar la extensión de los comités de autodefensa de barrio en todo el país, han emitido condenas abstractas de la violencia y la destrucción de la propiedad, sin señalar explícitamente quién es responsable de la gran mayoría de estas acciones. Y en lugar de prepararse minuciosamente para una huelga general exitosa, el presidente de AFL-CIO, Richard Trumka, simplemente denuncia a las «fuerzas del odio» y pide «justicia» en abstracto.

 En última instancia, la razón principal por la cual la dirección sindical está desempeñando un papel tan cobarde y pasivo es que no ven alternativa al sistema capitalista y no tienen absolutamente ninguna confianza en el poder político y económico ganador de la clase trabajadora. Los marxistas, por otro lado, están más llenos de confianza que nunca en el poder de la clase trabajadora para cambiar fundamentalmente la sociedad.

 ¡Por un gobierno de los trabajadores para eliminar la base del racismo!

 El racismo y la ideología reaccionaria de la supremacía blanca han sido un problema aborrecible en los Estados Unidos desde antes de que se fundara formalmente el país. Este veneno fue fomentado conscientemente para apoyar y justificar la esclavitud, luego se perpetuó y evolucionó para el mantenimiento del sistema capitalista en su conjunto. El capitalismo tiene al racismo en sus propios cimientos. La clase trabajadora solo puede confiar en sus propias fuerzas para barrer esta basura.

 Un partido socialista obrero, una vez que se constituya, representará un salto histórico hacia adelante en la lucha de clases. Un vehículo político genuino de la clase trabajadora lideraría y coordinaría manifestaciones aún más grandes. Llegaría a los trabajadores en la calle y a aquellos que observan el movimiento desde sus centros de trabajo u hogares. Combinaría la demanda de un gobierno de trabajadores con la acción, como una huelga general. El proceso de construcción de una huelga exitosa en todo el país generaría la confianza y la unidad de la clase trabajadora en la lucha contra el racismo. 

Sin embargo, la reivindicación de un gobierno de los trabajadores y el reemplazo de la policía capitalista por comités de autodefensa vecinales debe combinarse con la lucha más amplia por mejorar la calidad de vida de la mayoría. Después de todo, la lucha contra la amenaza diaria de la violencia policial es una exigencia democrática más básica: el derecho a vivir nuestras vidas sin ser señalados, acosados, torturados o incluso asesinados, por razones espurias. 

El sistema capitalista amenaza las vidas de los negros de incontables maneras; y no solo a través de la violencia policial directa que hace que la vida sea imposible para millones de personas todos los días. Es por eso que el movimiento debe luchar por el socialismo, por una sociedad de pleno empleo, salarios más altos, por una semana laboral dramáticamente más corta, por viviendas de calidad para todos, así como por una atención médica universal gratuita, educación y mucho más.

 Un gobierno de los trabajadores lanzaría un programa masivo de obras públicas útiles con salarios bajo convenio, comenzando por los barrios con mayor desempleo donde las personas podrían ser contratadas para construir viviendas, parques, áreas de recreación, escuelas, hospitales, etc. de calidad. Eliminaría la discriminación salarial de todo tipo. Hoy, por cada dólar que gana un trabajador blanco, un trabajador hispano gana $ 0,90 y un trabajador negro gana solo $ 0,73. Y por cada dólar que gana un trabajador blanco, una trabajadora negra gana solo $ 0,64. Estos son ejemplos fríos y duros de la desigualdad capitalista y su política de divide y vencerás.

 En las últimas tres semanas, hemos sido testigos de un movimiento extraordinario de cientos de miles desafiando la brutal represión policial y la amenaza de intervención militar. Esto muestra el enorme poder de las masas trabajadoras una vez que comienzan a moverse. Al mismo tiempo, debemos tener claro que las protestas masivas por sí solas no son suficientes para cambiar fundamentalmente la sociedad. Si no construimos una representación política y afirmamos nuestro poder para consolidar nuestros avances, el movimiento inevitablemente se desinflará en cierto punto y la clase dominante se envalentonará para contraatacar, de cualquier forma que pueda actuar. 

El camino a seguir es claro. La clase trabajadora tiene un enorme poder potencial y puede poner el mundo patas arriba en el próximo período histórico si se moviliza y actúa como una clase en sí y para sí misma. Esta es la perspectiva por la que lucha la Corriente Marxista Internacional.

 ¡Únete a nosotros y ayúdanos a sentar las bases para un partido socialista obrero de masas armado con ideas marxistas!

 • Para luchar contra la policía asesina ¡lucha contra el capitalismo!

• Por la unidad de la clase trabajadora:

¡solo podemos confiar en nuestras propias fuerzas y en nuestras organizaciones!

¡Un ataque contra uno es un ataque contra todos!

• ¡Construyamos comités de autodefensa vecinales elegibles y revocables democráticamente en todas partes!

• ¡Los sindicatos deben unirse al movimiento, facilitando la vinculación de los comités barriales, convocando una huelga general y paralizando el país!• ¡Abajo Trump, los Republicanos y los Demócratas!

• ¡Que un partido socialista de masas de la clase trabajadora y un gobierno obrero sustituyan al Estado capitalista, su policía e instituciones!