Recientemente se nos hizo llegar un breve artículo sobre la presente coyuntura electoral parlamentaria, y sobre nuestra actuación como corriente marxista dentro de la Alternativa Popular Revolucionaria (APR). El texto se titula: Por la Unidad Popular Revolucionaria y Amtiimperialista, y está firmado por el Movimiento Gayones.

Aunque en ningún momento nuestro nombre y el de la APR salen a relucir en dicho artículo, resulta bastante claro a qué hacen referencia los compañeros de Gayones, a juzgar por la argumentación en cuanto al supuesto “revisionismo trotskista” y al presunto “divisionismo entre las fuerzas revolucionarias”, entre otras perlas. Por ello, siendo Lucha de Clases la única organización participante de la APR y del Frente Popular Antifascista y Antiimperialista (FPAA) que reivindica el legado del gran revolucionario León Trotsky, es imposible no asumir que tales alusiones nos tocan directamente.

El breve artículo al que hacemos referencia, puede dividirse en tres partes: la primera, alude al episodio de desestalinización, que la burocracia soviética emprendió en la URSS en la década del 50 del siglo pasado, y que bajo la tradición de la cual proviene Gayones es entendida como “revisionismo”, siendo este según sus palabras: “promovido por algunos dirigentes del PCUS como krushev y la camarilla trostkista a nivel mundial”, y de la mano del imperialismo.

La segunda parte, se enfoca en denunciar lo que para ellos representó la “nefasta influencia de estas tendencias del revisionismo moderno”, que desvirtuaron “los planteamientos del marxismo leninismo”, atacaron “las bases del sistema soviético diseñado por Lenin y Stalin”, que han soslayado la importancia del Frente Único del proletariado y del frente popular “como instrumentos para derrotar al imperialismo en los países dependientes”, y que han dividido “el movimiento popular facilitando el triunfo del imperialismo y en general de la derecha en muchos países”.

Finalmente, la última parte del artículo se centra en el caso venezolano, señalando la necesidad de mantener la unidad popular revolucionaria contra el imperialismo, “promoviendo una política de unidad, alianzas y acuerdos con todas las fuerzas dispuestas a enfrentar al enemigo común” y no de “divisionismo” que promueven “tendencias trotskistas totalmente degeneradas que sin ningún rubor son la punta de lanza para dividir las fuerzas del pueblo”. De esta manera, Gayones intenta promover la idea de que el surgimiento de la APR debilita al movimiento popular en su lucha contra el imperialismo y que ésta más bien le abre paso.

Para nosotros, los llamados a la unidad que realizan los compañeros de Gayones promueven el apoyo irrestricto y acrítico al gobierno, independientemente de la política que este impulsa, aspirando a que la izquierda siga brindando su apoyo mediante el silencio cómplice ante los innumerables retrocesos que se han venido efectuando desde el ejecutivo nacional.

En esta oportunidad responderemos al artículo mencionado, porque queremos fijar una posición correcta ante nuestra militancia, pero principalmente ante las amplias capas obreras, campesinas, populares y la izquierda venezolana en general, dejando claro que los marxistas no polemizamos con nuestros oponentes para ganar un simple debate, sino con el interés de elevar el nivel político de los cuadros y de clarificar las ideas de nuestra tendencia.

El hoxhaísmo: una estricta defensa del estalinismo

Durante la década de los 40, Albania y la URSS –ambas regidas por burocracias estalinistas- habían mantenido estrechas relaciones hasta el fallecimiento de Stalin en 1953. Pero luego del proceso de desestalinización que encabezó Nikita Jrushchov, las relaciones diplomáticas entre ambos Estados comenzaron a enfriarse.

El proceso de desestalinización comenzó justo después de la muerte de Stalin, sin embargo, solo se hizo evidente tres años más tarde, luego de que Jrushchov –quien jamás tuvo relación con el trotskismo- pronunciara aquel famoso “discurso secreto” (1) durante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) en febrero de 1956.

En aquel discurso, se denunció la brutalidad del régimen bonapartista de Stalin, el culto a la personalidad, la exacerbación del papel que jugó durante la “Gran Guerra Patriótica” (2), la creación de pruebas falsas para acusar a sus enemigos (3), la violación de normas colectivas de dirección, el desplazamiento forzado de pueblos enteros a zonas despobladas de difícil supervivencia, como forma de represión política y limpieza étnica y la persecución, represión, ejecución y tortura de cientos de miles de viejos bolcheviques (4) y otros sectores de la sociedad a los cuales acusó de ser “enemigos del pueblo”, solo por manifestar cualquier tipo de oposición política y con ello afianzarse en el poder.

El famoso “Discurso Secreto” de Jrushchov, no era para nada una revelación sorpresiva. La nefasta política del estalinismo en la URSS fue combatida, resistida y vivida en carne propia por los trabajadores y campesinos rusos, por Trotsky, por la tendencia de los bolcheviques leninistas, y también la vieja guardia del Partido Bolchevique, la cual tuvo que ser exterminada por Stalin para asentar el poder de la burocracia sobre la sociedad. Mediante las purgas y “juicios farsa”, se condenó al destierro, a trabajos forzados, al tormento de los campos de concentración y a la muerte a cientos de miles de hombres y mujeres, liquidando de este modo a una gran generación de revolucionarios.

De la mano de Stalin, la burocracia consolidó en la población soviética el terror hacia la omnipotencia burocrática sin límites, donde se socavaron casi todas las conquistas revolucionarias de Octubre. Pero a pesar de esto, las distintas variantes estalinistas siguen justificando las prácticas de su máximo “referente”, argumentando que la crueldad de este período fue necesaria para hacer frente a los “enemigos del pueblo” y a los “elementos antisoviéticos”.

Hay que recordar que el proceso de desestalinización representó el intento de la burocracia soviética de lavar sus manos manchadas de sangre, y de achacar todas las culpas y crímenes del periodo 1924-1953 al “culto a la personalidad” de Stalin, cuando realmente ésta se sirvió del mismo para consolidar su poder y privilegios. El mismo Jrushchov, como alto dirigente del PCUS durante este periodo, fue cómplice y partícipe del terror burocrático en vida de Stalin.

Después de aquel discurso, el líder estalinista albanés Enver Hoxha (5) catalogó de “revisionista” a la nueva política emprendida por la Unión Soviética, lo que le llevó a alinearse con la República Popular de China, que se encontraba abiertamente enfrentada a la URSS. Posteriormente, con la muerte de Mao en 1976 y el posterior ascenso de Deng Xiaoping –como máximo representante de las tendencias de apertura al capitalismo y al mercado mundial-, se generó una disputa ideológica entre el Partido Comunista de China y el Partido del Trabajo de Albania, lo que derivó en una ruptura en el seno del movimiento maoísta en 1978.

Tras esta ruptura, nace formalmente el hoxhaísmo como una vertiente autodenominada marxista-leninista (6), pero que realmente defiende el legado de Stalin y sus “métodos”, y que incluso en algunos casos consideran que las purgas debieron ir aún más lejos. Sin embargo, a pesar de su decadencia ideológica, el hoxhaísmo logró expandirse por medio de la Conferencia Internacional de partidos Marxistas Leninistas hasta América Latina y llegar a Venezuela con el nombre de Partido Comunista Marxista Leninista de Venezuela, siendo el Movimiento Gayones su brazo sindical-popular.

Cabe destacar que Enver Hoxha, como buen jerarca estalinista, encabezó un Estado obrero degenerado, que suplantó cualquier forma de democracia obrera y se aseguró de un pleno control social, basado en los destacamentos especiales represivos y de seguridad.

Marxismo vs estalinismo

A pesar de que las distintas variantes del estalinismo se autodenominan marxistas-leninistas, hay razones de peso para argumentar que tales corrientes son meras caricaturas deformadas y monstruosas de los auténticos planteamientos del socialismo científico. El estalinismo es una tendencia histórica que expresó políticamente el ascenso de la burocracia soviética ante el aislamiento de la revolución rusa en un país atrasado.

Para comienzos de la década del 20 del siglo pasado, tras años de devastación producto de la Primera Gran Guerra, la alta tensión política revolucionaria en 1917 y la cruenta guerra civil; las masas rusas se hallaban exhaustas y sus órganos de poder –los soviets- perdieron fuerza. Las derrotas del proletariado en las diferentes experiencias revolucionarias de la Europa de entonces -especialmente en Alemania- impidieron que la revolución mundial se consumara.

De haber triunfado la revolución mundial, el naciente Estado obrero soviético hubiese podido contar con la técnica avanzada de occidente, acelerando el desarrollo de sus fuerzas productivas -de la mano de un proceso de planificación internacional de la producción-, lo que sin dudas hubiese frenado la creciente degeneración burocrática y mantenido a los trabajadores en pie. Pero mientras el aislamiento de la revolución se afianzaba, la burocracia fue tomando el control de la situación, ahogando todo vestigio de democracia obrera y buena parte de las conquistas del pasado.

Lenin –al igual que Trotsky- fue un férreo partidario del internacionalismo proletario, por tanto, del más genuino marxismo revolucionario. Este llegó a afirmar que era capaz de sacrificar la revolución rusa por la victoria revolucionaria en Alemania. Marx y Engels entendían muy bien el carácter internacional de la revolución, y del desarrollo general de las fuerzas productivas, basado en la división internacional del trabajo y el mercado mundial.

El socialismo, como un salto adelante para la sociedad humana, solo puede concebirse bajo la supresión de la anarquía en la producción capitalista y las trabas que representan los Estados-nación. La estrategia revolucionaria no puede estar constreñida a un solo país, sino que necesariamente debe apuntar a la victoria revolucionaria en todo el mundo, especialmente en las naciones económicamente más desarrolladas.

A pesar de la consideración anterior, Stalin presentó en 1924 la teoría antimarxista del “socialismo en un solo país”, abrazando el chovinismo ruso, al plantear que las peculiaridades especiales de la nación eslava permitían edificar un socialismo nacional -al margen del resto del mundo-. Pero como lo hemos mencionado en otras oportunidades, errores teóricos derivan inevitablemente en tropiezos prácticos. La puesta en práctica de tal concepción le confirió a la Internacional Comunista un triste papel de herramienta de política exterior de Moscú o “guarda fronteras” de la URSS, en lugar de un instrumento para alcanzar la revolución mundial, tal y como fue concebida en sus primeros años y hasta su IV Congreso. De esta manera, dicha teoría expresó los deseos y aspiraciones de la burocracia soviética de alcanzar cierta estabilidad y tranquilidad, tras los agitados primeros años de la revolución y actividad intensa de la Internacional Comunista.

El Estalinismo y la conciliación de clases

Para abordar el problema de la revolución en los países coloniales, ex coloniales y dependientes, el estalinismo históricamente ha defendido la teoría menchevique de las dos etapas. Esta teoría parte de una postura correcta: el carácter inacabado de las reformas democrático burguesas en las naciones subdesarrolladas que les impone a los trabajadores de estos países la etapa inicial de la revolución burguesa. Posteriormente, la consideración estratégica de este planteamiento se descarrila, al postular que el proletariado debe entrar en una alianza con “sectores progresistas de la burguesía”, para combatir al imperialismo,desarrollar el capitalismo nacional, y luego en un futuro indeterminado y difuso, luchar por el socialismo.

Tales ideas llevadas a la práctica, admitiendo la colaboración de clases y la subordinación de los trabajadores a intereses ajenos a su clase, ha causado innumerables fracasos y derrotas para el proletariado mundial, en experiencias como la revolución china (1925-1927), la revolución española en los años 30, entre otras. Dicho planteamiento, va en contra de la necesaria independencia de clases, que Marx, Engels, Lenin y Trotsky defendieron categóricamente y en todo momento.

El gran revolucionario ruso, León Trotsky, formuló en 1904 la teoría de la Revolución Permanente, considerando la situación de las clases sociales en la Rusia de comienzos del siglo XX -extrapolable a la situación de otros países subdesarrollados-, orientado por una perspectiva dialéctica y basado en las consideraciones que realizó el propio Marx sobre el papel reaccionario de la burguesía alemana en la revolución burguesa de 1848. Con el desarrollo de la fase imperialista del capitalismo, las burguesías de las naciones atrasadas quedaron subordinadas a las élites de los países centrales, así mismo también se encuentran profundamente vinculadas a los terratenientes -vínculo que existe antes del imperialismo- y en consecuencia las clases capitalistas de las naciones del tercer mundo se encuentran atadas a la situación de atraso nacional.

Ante la naturaleza democrático burguesa de la revolución y el carácter reaccionario de las clases dominantes en el llamado “tercer mundo”, solo el proletariado, a la cabeza de todos los sectores oprimidos, es capaz de llevar a cabo una revolución que complete las tareas democrático burguesas, pero no para limitarse a ellas, pues sus intereses van más allá de la toma poder, orientándose al avance inmediato hacia la revolución socialista. La Revolución de Octubre fue la más clara confirmación de dicho planteamiento, que Trotsky anticipó 13 años antes de que aconteciera y que hoy, 103 años después, los estalinistas no logran comprender.

Aunque Lenin nunca hizo alusión alguna a la teoría de la Revolución Permanente, su actuación revolucionaria y decisiva en 1917 muestra una evidente aproximación a los planteamientos de Trotsky. Lenin, antes de su llegada a Rusia en abril de 1917, trató de forma desesperada de quebrar la resistencia de la dirección bolchevique -especialmente la mostrada por Kámenev, Sinoviev y Stalin-, para que abandonara el posicionamiento como ala izquierda de la democracia burguesa y adoptara una postura revolucionaria. En su correspondencia se quejaba como la dirigencia bolchevique seguía repitiendo mecánicamente la consigna de “dictadura democrática obreros y campesinos” –aun replicada por el estalinismo en la actualidad- la cual que el propio Lenin reconocía que había sido superada por los acontecimientos. Solo la llegada de Lenin a Rusia permitió reorientar el rumbo bolchevique, que encaminó a los trabajadores rusos al poder en Octubre.

Como vemos, la diferencia entre la teoría de la Revolución Permanente y la de las dos etapas, consiste en la misma divergencia existente entre la política de independencia de clases y la colaboración de clases.

Sobre el Frente Único

Es evidente como el artículo de Gayones refleja la tradición estalinista de la falsificación histórica y la manipulación, no solo para justificar sus actuaciones, sino también para atacar a quienes no se ajustan a sus planteamientos.

Como era de esperarse, el artículo de Gayones se encuentra plagado de tergiversaciones, medias verdades, e incluso de malinterpretaciones de la táctica que nuestra organización ha puesto en marcha, desconociendo la dialéctica en nuestro método, que intenta reflejar la auténtica tradición marxista. Por ello nos resulta curioso que se nos acuse de soslayar “la importancia concreta del Frente Único del proletariado” cuando ha sido la dirección de Gayones quien -partiendo de los distorsionados postulados estalinistas- lo ha hecho.

La táctica del Frente Único tuvo su mayor desarrollo teórico y práctico durante los primeros cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, justo antes de que esta cayera a bajo el dominio del estalinismo y su política nefasta. La misma consiste, en líneas generales, en la alianza que los comunistas establecen con otros sectores del proletariado organizado, principalmente con aquellos que cuentan con direcciones reformistas, para garantizar la unidad de acción de la clase, para hacer avanzar a los trabajadores en función de sus intereses, para resistir los ataques de la clase capitalista, y en el proceso, para arrancar a las masas de la influencia del reformismo.

Una de las consideraciones importantes de la táctica del Frente Único, en sus diversas variantes -Frente Único Proletario, Frente Único Antiimperialista- es que la organización de los comunistas no puede, bajo ningún concepto, diluirse en el espacio, y debe reivindicar en todo momento su derecho a la propaganda, a la crítica y a mantener su política, bajo el criterio de “marchar separados y golpear juntos”. Esto debe servir para que los comunistas puedan desenmascarar el carácter traidor y cobarde de las direcciones reformistas ante los trabajadores, mientras se muestran como el sector más consecuente de cara a la unidad de acción.

En las Tesis sobre la unidad del frente proletario, del IV Congreso de la Internacional comunista de 1922,leemos lo siguiente: “Tras de asegurarse una total libertad de propaganda, los partidos comunistas en todos los países se esfuerzan actualmente en realizar una unidad tan completa como sea posible de las masas obreras en el terreno de la acción práctica…”. Y en alusión al sabotaje emprendido por las dirigencias oportunistas de la II Internacional para desorganizar a los trabajadores: “Desenmascarar en este momento su reincidencia en la traición es uno de los deberes más importantes de los partidos comunistas”.

Esta lección parece que nunca fue asumida por la dirección de Gayones, quien se ha caracterizado por mantener posiciones casi acríticas al gobierno, aparte de su política profundamente servil a este en los terrenos sindicales y campesinos, a pesar de que a la vista de todos se ejecuta una agresiva política de ajuste burgués y antipopular, acompañada de represión, judicialización y criminalización de las luchas obreras, campesinas y populares.

Lucha de Clases ha participado en numerosos frentes de lucha, donde hemos pujado por la unidad de acción sobre la base de claros principios políticos y programáticos revolucionarios, y en función de la defensa irrestricta de los intereses de la clase obrera y el pueblo. Esto lo hemos hecho exponiendo públicamente nuestras posiciones siempre críticas y sin diluirnos en ningún espacio, como lo demuestra nuestra intervención en el movimiento por el Control Obrero, en el PSUV hasta 2017, entre otras. Nuestra página web colecta numerosas evidencias de lo que decimos para todo aquel que se encuentre interesado en nuestras ideas.

En este punto, vale la pena comparar nuestras prácticas, siempre consecuentes con la independencia de clase y guiadas por una profunda revisión teórica militante, con aquellas que han marcado al movimiento Gayones.

Confusión entre el Frente Único y el Frente Popular

Ha sido notorio el intento de Gayones -por medio de su artículo- de introducir confusión entre sus lectores, emparentando la naturaleza del Frente Único con la táctica del Frente Popular, que para nosotros equivale a equiparar a la independencia de clases con la colaboración de clases.

Entendemos que tal distorsión en parte puede ocurrir por la sencilla razón de que la dirección de Gayones asume como válido el legado de la Internacional Comunista después de la muerte de Lenin, desde su quinto congreso hasta su disolución por Stalin en 1943 -como parte de un compromiso con el imperialismo estadounidense y británico, durante el periodo final de la Segunda Gran Guerra Imperialista-, aquella donde se abrazaron las teorías del socialismo en un solo país y de las dos etapas, y que giró en diversas oportunidades del oportunismo al ultraizquierdismo, como resultado del abandono de la teoría y las ideas de Lenin. Sin embargo, y a pesar de lo anterior, la redacción de Gayones evidencia equívocos importantes.

Luego del fracaso de la política ultraizquierdista del “tercer periodo”, que derivó en la toma del poder por parte de los nazis en Alemania en 1933 -debido a que desde Moscú se impidió que los comunistas alemanes formaran un Frente Único con la socialdemocracia para frenar a Hitler-, la Internacional Comunista estalinizada giró al oportunismo de los Frentes Populares, donde se llamaba a los partidos comunistas del mundo a aliarse -y en la práctica a servir- a sectores de la burguesía, con el propósito de combatir al fascismo, pero apelando nuevamente a la colaboración de clases.

La táctica del Frente Popular, en la década de los 30 del siglo XX, condujo a sufridas derrotas en Francia -donde incluso los estalinistas jugaron un papel de rompehuelgas para no amenazar su alianza con los capitalistas-, pero sobretodo en España, donde la coalición conformada por los estalinistas y la burguesía republicana aplastó levantamientos revolucionarios y antifascistas del proletariado (como el mayo catalán), reconstruyó el aparato represivo estatal burgués y preparó el camino para el ascenso del monstruoso régimen de Franco. Esta pequeña e insuficiente revisión histórica nos basta para demostrar como el estalinismo ha sido el responsable de innumerables y sangrientas derrotas de la clase obrera mundial, hecho que los hoxhístas intentan achacar al “trotskismo”, como una de las “tendencias del revisionismo moderno”.

Para todo revolucionario de vanguardia que conozca la trayectoria de los dirigentes de Gayones, le resulta fácil asumir que la alusión presente en su artículo al “Frente Popular para combatir al imperialismo”, apunta al servilismo ciego hacia el gobierno -a los “empresarios patriotas” y a la “burguesía revolucionaria”- y a su política regresiva, que cierra los ojos ante el evidente entreguismo de Maduro, sus innumerables concesiones al capital ruso, chino y europeo, las Zonas Económicas Especiales y las privatizaciones. Sus prácticas de sindicalismo patronal en Estados como Lara -en empresas como Mondelez- así lo corroboran. Tal aberración oportunista, no tiene nada que ver con el Frente Único Antiimperialista, el cual sostiene ante todo la idea de independencia de los comunistas en los países dependientes, su derecho a la crítica y a la propaganda.

De hecho, debemos decir que el Frente Popular Antifascista y Antiimperialista (FPAA), más allá del nombre, presenta elementos de un Frente Único Antiimperialista. En él no hay presencia de ninguna agrupación burguesa y la totalidad de organizaciones que lo conforman son de base obrera (PCV, PRT, Gayones y Lucha de Clases) y popular (PPT e IU).

El antiimperialismo consecuente

Sin duda alguna, Venezuela ha enfrentado un conjunto de agresiones y sanciones por parte del imperialismo estadounidense, las cuales hemos condenado y rechazado categóricamente en cada oportunidad. Pero a su vez padece una serie de contradicciones internas, como lo es tener una dirigencia gubernamental viciada y traidora, que desde hace mucho tiempo dejó de responder a las necesidades del pueblo, llevando a cabo medidas antiobreras y antipopulares favoreciendo a la clase dominante tradicional, a los ya mencionados “empresarios patriotas” y a la “burguesía revolucionaria”, golpeando con ello al pueblo trabajador.

Nuestra posición ha sido firme. Nuestro rechazo absoluto al asedio imperialista, sus sanciones, y su promoción y financiamiento a la desestabilización interna, se ha dejado ver en todos nuestros artículos y actividades, como la marcha del 22 de febrero del 2019 donde exigimos cárcel a Guaidó y la confiscación de las propiedades del imperialismo yankee en nuestro país. Ante cada levantamiento reaccionario de la derecha, hemos manifestado nuestra disposición de conformar un Frente Único con el PSUV y todas las fuerzas de la izquierda dispuestas a luchar. Sin embargo, nada de esto puede limitar nuestro derecho a criticar el antiimperialismo inconsistente del gobierno, su política entreguista y de conciliación de clases, su predilección al diálogo con la derecha y sus amos en EE.UU, la excarcelación de golpistas y terroristas reaccionarios, mientras se persigue a dirigentes obreros y populares.

Mientras escribimos estas líneas, el golpista Juan Requesens acaba de recibir el beneficio procesal de casa por cárcel, mientras Aryenis Torrealba y Alfredo Chirinos siguen encarcelados, sin juicio y sin una causa sólida, por combatir las mafias corruptas de PDVSA. Ante cada uno de estos hechos irrefutables, la dirigencia del movimiento Gayones guarda silencio cómplice, pues según ésta decir la verdad y demandar un auténtico antiimperialismo consecuente es sinónimo introducir divisiones en el movimiento popular. Pero para nosotros, esa política conduce al fracaso. Realmente, no podemos esperar que la dirigencia de Gayones denuncie la errada orientación gubernamental, pues en sus acciones demuestran estar de acuerdo con ella. Lo que evidencia con claridad su oportunismo.

Para cuestionar el nacimiento de la APR, Gayones llama a la unidad del movimiento popular, pues según su postura, el “fraccionamiento” de las fuerzas del pueblo le abre caminos a la derecha y al imperialismo. Esto es sin dudas un nuevo llamado a la unidad al margen de sólidos principios políticos y programáticos, muy conveniente en estos momentos para el mismo gobierno que golpea al pueblo trabajador. Maduro se ha separado de los intereses de la base social que alguna vez le respaldó, su único interés es mantener el poder, tratando de alcanzar pactos con la clase dominante tradicional, lo que ha acabado con casi todas las conquistas alcanzadas durante los gobiernos de Chávez y la primera etapa de la revolución bolivariana. Por tanto, seguir defendiendo su gestión antiobrera y antipopular es ponerse de espaldas a las aspiraciones de los históricamente oprimidos.

Claramente, el planteamiento de Gayones es un intento de manipulación que utiliza el argumento de la necesidad de la unidad de las fuerzas revolucionarias solamente para luchar contra el imperialismo, y no por la defensa de las conquistas y las reivindicaciones obreras y populares, obviando las contradicciones internas y tratando de desviar la atención de aspectos esenciales de la vida material, como los salarios, la alimentación, los servicios públicos, los derechos democráticos entre otras necesidades.

Esta manipulación a la que hacemos referencia, busca que el pueblo deje a un lado las luchas nacionales, y se enfoque solo en la lucha antiimperialista. Pero un verdadero antimperialismo consecuente pasa por la lucha contra la propia burguesía nacional, que es agente de los intereses de las élites de los países centrales. Y sí, hablamos también de luchar contra la “burguesía revolucionaria” a la cual hacen referencia los compañeros de Gayones como si fuese algo ajeno a la burocracia del Estado, cuando más bien ésta ha sido quien se han fortalecido y enriquecido por medio de la corrupción, las concesiones y prebendas del Estado.

Esto no es nada nuevo, la postura etapista del estalinismo en los países dependientes históricamente ha pretendido que los trabajadores dejen a un lado sus intereses de clase, en favor de los “intereses nacionales” o en otras palabras, en beneficio de las respectivas burguesías nacionalistas, pues “debemos conquistar la liberación nacional primero, para luchar por el socialismo después”. Este es el trasfondo real de lo que la posición oficial de Gayones intenta decirnos: “La clase obrera y el pueblo deben renunciar a sus luchas, demandas y reivindicaciones, pues para enfrentar la agresión imperialista, debemos cerrar filas con Maduro independientemente de su política”.

Obviamente no estamos de acuerdo con el llamado difuso a “luchar contra el imperialismo hoy, para luchar por nuestros intereses mañana”, por el contrario, desde Lucha de Clases decimos que luchar contra el imperialismo comienza por reivindicar nuestros intereses de clase, por tanto,expropiar a la burguesía, confiscar a las multinacionales bajo control obrero y avanzar al socialismo hoy.

En lo único en lo que podemos estar de acuerdo con Gayones, es en la afirmación de que la unidad popular revolucionaria debe hacer frente a las amenazas imperialistas, pero esta lucha debe ser no solo de palabra, sino de hechos. No como el gobierno que intenta tranzar bajo la mesa con el imperialismo, y mucho menos haciendo concesiones a las multinacionales norteamericanas, chinas y rusas, empeñando con ello el futuro de la nación. Si el imperialismo yankee se robó CITGO, una medida coherente contra el imperialismo habría sido la expropiación de Chevron, e incluso el mismo encarcelamiento de Guaidó.

Cartuchos contra la APR

A pesar de las diferencias que podemos tener con el resto de organizaciones que hoy conforman la APR, debemos decir que todas vienen de una larga tradición de lucha popular y antiimperialista. El que todas estas hayan decidido dar el importante paso de comenzar a construir un nuevo referente de izquierda al margen de la influencia del PSUV, no representa en lo absoluto el abandono de sus viejas banderas, como el breve artículo de Gayones intenta hacer creer. La mayoría, sigue formando parte del FPAA y ante el futuro escenario de una probable agudización de las tensiones desestabilizadoras de la derecha, no tenemos duda que la APR saldrá al paso ante tales retos. Uno de los principios que esta nueva coalición ha consagrado es “el antiimperialismo consecuente”, por lo que la política de Frente Único Antiimperialista se encuentra latente.

También han señalado, que la APR solo es una iniciativa “de carácter electoral y coyuntural”,desvirtuando su verdadera la naturaleza política, a pesar que  desde su lanzamiento se ha afirmado que esta alianza surge en el marco de la contienda parlamentaria, pero que apunta a ir más allá, constituyendo un referente de izquierda, que oriente una salida revolucionaria a la crisis del capitalismo.

La redacción de Gayones deja colar la idea de que la APR puede facilitar la toma del poder por parte de la derecha, pero ¿cómo afirmar que el participar en las elecciones parlamentarias como una alternativa de izquierda al PSUV, nos haría responsables de que la derecha retome el poder? Debemos responder que el gobierno, al no asumir las demandas y las luchas del pueblo trabajador -el verdadero sostén de la revolución y garante de una lucha contra la derecha hasta el final- se ha encargado de desmoralizar a sus bases sociales, alejándola de la vida política.

En todo caso, vale destacar que el gobierno es quien ha atraído a sectores de la derecha “moderada”, buscando construirse una oposición más dócil, con la que pueda pactar una transición más favorable -en un hipotético escenario en donde esta fuese necesaria-, si se llegara a perder el control de la situación social. De igual manera, con las maniobras jurídicas del TSJ, donde se arrebataron las tarjetas electorales a los partidos del G4, el gobierno ahuyentó cualquier posibilidad de medirse con la oposición proimperialista en los comicios del 6 de diciembre.

Ante estas condiciones, ¿por qué razón no podrían otros partidos de izquierda participar como fuerzas alternativas al PSUV en las próximas elecciones? ¿Cuál es el miedo? ¿Cuáles son las razones que realmente están detrás de ello? Para nosotros es sencillo, se trata del temor de ciertos sectores complacientes y de la propia dirigencia gubernamental a que emerja una verdadera oposición de izquierda, que le dispute la hegemonía de las masas y rescate el proyecto político revolucionario que estos abandonaron.

El intento de justificar lo injustificable

Lo realmente bochornoso, es ver como los compañeros de Gayones tratan de encubrir las medidas de corte antipopular del gobierno y las dificultades que enfrenta el pueblo venezolano, haciendo referencia a que la calidad de vida de los trabajadores en otros países dependientes “no es mejor”. Pero sin desestimar las penurias a las que se expone la clase trabajadora en el mundo, no podemos obviar a la ligera como viven los trabajadores venezolanos en comparación con los de otros países.

¿Será que a los compañeros se les olvidó que nuestro salario mínimo base no llega ni a los 2 dólares mensuales? ¿De qué valen los bajos costos de los servicios públicos si estos no son de calidad, si los alimentos y las medicinas están dolarizadas? Compañeros, sus argumentos fomentan el conformismo y no la lucha revolucionaria por las mejoras de las condiciones de vida de los trabajadores.

Sabemos muy bien que estos compañeros comparten la lectura de que todas las calamidades económicas y sociales que se viven actualmente en Venezuela son el resultado exclusivo de las sanciones y el asedio imperialista, donde para ellos el gobierno solo se ha limitado a resistir y a administrar la crisis que supuestamente no provocó.

Esta argumentación se cae por si sola si tan solo recordamos que las primeras sanciones del imperialismo estadunidense se tomaron en agosto del 2017, cuando el país ya tenía tres años hundido en una profunda recesión. La crisis venezolana resulta del empeño de la dirigencia gubernamental en sostener el decadente capitalismo rentista criollo y al sumir al país al caos de la economía mixta, en lugar de completar la revolución bajo líneas socialistas.

El gobierno ha sido quien se ha alejado de las bases y pactado con sectores de la derecha nacional, quien ha criminalizado y judicializado las luchas populares, los que han emprendido una política de ajuste macroeconómico burgués, iniciando un proceso de privatización y de recomposición de los terratenientes, y los que han conciliado con la burguesía y negociado con el imperialismo. Resulta bastante claro que el distanciamiento diametral entre la orientación gubernamental y los intereses del pueblo trabajador exigían el surgimiento de un nuevo referente de izquierda. El nacimiento de la APR refleja una recomposición de las fuerzas de izquierda ante los retos que hoy encaran los trabajadores venezolanos.

¿Quiénes han dividido?

En nuestro artículo anterior, haciendo referencia a la intervención del gobierno por medio del TSJ en las disputas internas de partidos de izquierda, como lo fue el caso de UPV y Tupamaros; señalamos lo siguiente: “Solo debemos advertir que no debería sorprendernos que la dirigencia del gobierno intente frenar a la APR de cualquier forma. En este sentido, es posible que intenten dirimir las diferencias que existen en el seno de la dirección del PPT a favor del ala de amigos del PSUV, hoy en clara y absoluta minoría.”

No nos equivocamos, de hecho, en menos de 48 horas, luego de que un minúsculo grupo de la dirección del PPT introdujera un recurso para intervenir al partido y nombrar una junta ad hoc, el TSJ, muy diligentemente, dictó sentencia en favor de este sector minoritario, otorgándoles el control legal de dicho partido. De esta manera, el gobierno, por medio de diferentes artimañas legales, ha dividido a los partidos de derecha e izquierda, interviniendo en sus disputas y favoreciendo a los sectores más complacientes con el PSUV, lo que constituye una flagrante violación a los derechos políticos y democráticos de la población.

Así pues, se percibe como el discurso de “unidad de las fuerzas revolucionarias”, que intenta construirse a base de imposiciones, persecución e intimidación-escudándose siempre con la figura del Comandante Chávez cuando en el realidad lo han traicionado-, no es más que una farsa.

Podemos decir con certeza que quienes conformamos la APR no hemos dejado de ser pueblo, y a diferencia de la burocracia, nuestras condiciones de vida material son las mismas que las de la absoluta mayoría de la población. Hemos seguido adelante, y a pesar de nuestras diferencias, nos hemos juntado con la clara convicción de rescatar a la revolución.

La reciente alternativa constituida por partidos y movimientos de izquierda, nos brinda una nueva oportunidad de continuar con el proceso revolucionario que quedó inconcluso, siendo un intento de reagrupar las fuerzas populares que han sido desmoralizadas. Nuestra tarea debe ser el representar, organizar, coordinar y cohesionar las diversas luchas de las masas obreras, los campesinos y a los sectores populares, vinculando sus aspiraciones con la necesidad de avanzar hacia el socialismo, y en este arduo cometido es en lo que debemos centrar nuestras fuerzas.

En defensa del marxismo revolucionario

Así como Marx, Engels, Lenin y Trotsky enfrentaron sus polémicas con honestidad y sin distorsionar los argumentos de sus oponentes, los marxistas revolucionarios, como herederos de estas tradiciones, no debemos distorsionar las posturas de nuestros adversarios. Ese nunca ha sido nuestro método, sino el de los estalinistas.

Y en aras de la verdad, las prácticas nefastas llevadas a cabo por personeros de Gayones hablan por sí solas: la conformación de sindicatos a espaldas de los trabajadores, desconociendo la participación de los mismos en la toma de decisiones e impidiendo por medio de triquiñuelas jurídicas las elecciones de nuevos sindicatos clasistas, todo en procura de mantener su postura complaciente y de adulación ante las autoridades burocráticas estatales. Esto no tiene nada que ver con el marxismo, con las ideas de Lenin y con las tradiciones de lucha de la clase obrera internacional.

Nosotros los “trotskistas”, o mejor dicho, los marxistas revolucionarios, no sentimos ningún “rubor” en ser la punta de lanza de las fuerzas revolucionarias y del rescate de las banderas del socialismo. Por el contrario, nos sentimos orgullosos de acompañar al pueblo trabajador combativo en sus luchas por mejores condiciones laborales y de existencia, como hasta ahora lo hemos hecho. Esto es algo que lamentablemente no podemos decir de la dirección de Gayones, quienes más bien han golpeado a los históricamente oprimidos, con acciones como la participación en el robo de la alcaldía del municipio Simón Planas de Lara -con el apoyo del PSUV- al comunero Ángel Prado y la invasión desvergonzada a la Unidad de Producción Maizanta, bajo control de la Comuna El Maizal, hace pocos meses.

Lo cierto es, que cuando se carecen de argumentos políticos, éticos y hasta ideológicos, hay quienes recurren a la mentira y a la tergiversación histórica para justificar lo injustificable, e imponerse por la fuerza más que por la razón.

¡Revolución o nada!
¡Por una alternativa popular revolucionaria!

NOTAS

  1. Durante el mes de marzo de 1956, el Sóviet Supremo de la URSS ordenó que este discurso fuera leído en todas las reuniones de militantes del partido en Rusia y se enviara copias a los principales dirigentes de los partidos aliados. Por tanto, que en un primer momento este discurso no lo conocieran los gringos, no significa que fuera secreto.

  2. En referencia a la guerra contra la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

  3. Como lo fue el complot de los médicos, el cual se trató de una supuesta conspiración dirigida por médicos en su mayoría judíos en 1953. El objetivo de esta conspiración sería asesinar a altos dirigentes políticos de la URSS, pero que luego de la muerte de Stalin los máximos jefes del Partido Comunista denunciaron que este complot no había existido y que había sido una invención de Stalin, la cual planeo como una venganza contra Israel por haber rechazado alinearse a la URSS y preferir una alianza con EE.UU.

  4. En referencia a los miembros del partido bolchevique antes de la Revolución de Octubre de 1917.

  5. Quien encabezó al Partido del Trabajo de Albania desde 1944, hasta su muerte en 1985.

  6. Ya que el estalinismo no es ni marxismo ni leninismo, sino una tergiversación del mismo.