El domingo 3 de diciembre, se llevó a cabo en Venezuela el Referéndum Consultivo sobre el diferendo territorial del Esequibo. Este evento había sido convocado por la Asamblea Nacional, de mayoría oficialista. La jornada estuvo enmarcada en el reciente escalamiento de las tensiones entre los gobiernos venezolano y guyanés, donde, para no romper la costumbre, también está involucrado el imperialismo estadounidense.

Después de un largo periodo donde la controversia se mantuvo engavetada, en 2015 volvió a agudizarse fruto de exploraciones de yacimientos petrolíferos y gasíferos en la zona atlántica en disputa, autorizadas por el gobierno guyanés. Actualmente, el conflicto se encuentra bajo juicio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), cuya jurisdicción sobre el caso no es reconocida por Venezuela. Lo anterior se debe a la sospecha de que el tribunal, con sede en La Haya, fallará en favor de Guyana.

Intereses en juego

La región del Esequibo comprende un territorio de 159.500 kilómetros cuadrados –más grande que Portugal–, sobre la que Venezuela tiene derechos de reclamación reconocidos por la ONU. Esta zona permanece bajo jurisdicción de la República Cooperativa de Guyana, abarcando hasta el 75% de sus extensiones. 

Tal estado de cosas es el resultado del Acuerdo de Ginebra (1966), alcanzado tres meses antes de que Guyana declarara su independencia del Reino Unido. En él, se insta a las partes a buscar una salida negociada al diferendo, con intermediación de Naciones Unidas, lo que en la práctica ha significado un instrumento propicio para el estancamiento. Desde la firma de tal arreglo, el juego ha permanecido trancado ante las negativas de las burguesías guyanesa y venezolana a ceder en lo más mínimo.

El Esequibo cuenta con enormes riquezas minerales, forestales, hídricas y de biodiversidad, pero lo que más resalta estos días son los recursos energéticos que ahora se están exportando. La inversión extranjera directa para la extracción de petróleo y gas en este país ha crecido hasta un 110% en los últimos años, hecho que explica por qué Guyana es actualmente la economía que más está creciendo en el mundo.

Pueden inferirse los enormes intereses en juego, ante la crisis energética mundial que tiende a agudizarse por los choques geopolíticos globales (la guerra en Ucrania y el bloqueo a las exportaciones energéticas de Rusia) y conflictos armados en regiones donde se concentra gran número de productores de energía (la cruenta ofensiva militar Israelí contra el pueblo palestino de Gaza, que está generando inestabilidad en el medio oriente). El imperialismo estadounidense ha venido reforzando las relaciones con Guyana, incrementando el número de encuentros de alto nivel entre ambos Estados, y el desarrollo de ejercicios militares conjuntos e internacionales en tierras guyanesas. Claramente, desde EEUU tratan de asegurar y ampliar la delantera de sus multinacionales frente a la competencia europea y china.

Venezuela ha protestado el aprovechamiento de tales recursos por parte de la multinacional Exxon Mobil, alegando que Guyana al permitirlo viola el Acuerdo de Ginebra y el derecho internacional. Algo que el gobierno venezolano no dice es que además de la Exxon Mobil, las compañías que son socias de PDVSA en empresas mixtas en Venezuela: la estadounidense Chevron y la china CNOOC, también participan en la explotación de los recursos de esta zona. Así se corrobora como el supuesto discurso antiimperialista de Maduro se torna selectivo a la hora de condenar las “oscuras pretensiones” de las multinacionales.

Guyana había solicitado a la CIJ la toma de medidas preventivas para impedir la consulta popular venezolana, al considerarla como una «amenaza». La corte se pronunció el viernes 1 de diciembre, absteniéndose de condenar la realización del Referéndum, pero pidiendo a Venezuela que no tome medidas dirigidas a agravar la disputa entre ambos países.

La apuesta gubernamental y las posiciones de la derecha tradicional

En este contexto, el Referéndum fue promovido por el partido de gobierno, PSUV, con el objetivo de obtener apoyo popular a la postura oficialista en torno a la reclamación, y así poder evidenciarlo internacionalmente y ante la CIJ. A esta maniobra, se plegaron los sectores de derecha comprados por el gobierno a través de la Operación Alacrán, algunos líderes políticos de la derecha tradicional (como Manuel Rosales y Henrique Capriles) y numerosos grupos de izquierda que claudicaron ante el chovinismo exacerbado de los viejos y nuevos ricos. De los últimos, resaltamos la postura de María Alejandra Díaz quien sostiene que Venezuela no puede abandonar la tesis de conflicto y debe prepararse para mostrar su “capacidad de disuasión”.

La oposición de derecha más radical, en torno a María Corina Machado, se rehusó a participar en la consulta por considerarla contraproducente de cara al juicio en La Haya, mientras exige que se organice una buena defensa, con los mejores especialistas en derecho del país, para demostrar a la CIJ que el Esequibo es venezolano. Esta posición, sustentada por académicos golpistas como Allan Brewer Carías, es otra variante del chovinismo imperante. La misma se parece a la expresada por sus antepasados burgueses antes del Laudo Arbitral de 1899, que confiaron en la supuesta defensa estadounidense de los intereses venezolanos y la “imparcialidad” de un –a todas luces– tribunal viciado y corrupto. Este último falló a favor del imperio británico y legitimó el despojo del Esequibo que se venía perpetrando desde 1840.

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A estas alturas, vender que la CIJ es justa e imparcial, o que no está sujeta a las presiones y los lobby’s imperialistas, puede ser una expresión extrema de ingenuidad sin precedentes, o bien una fría jugada dirigida a culpar al gobierno ante el país, cuando se consume la decisión del tribunal que se sabe le otorgará el Esequibo a Guyana y a las multinacionales. Hoy por hoy, todo lo que dice María Corina Machado está pensado en las elecciones presidenciales, por lo que procurará en adelante mostrarse más nacionalista que Maduro para realzar su figura, estando tranquila de que sus amos imperialistas ganarán en La Haya y podrían ganar más si ella logra tomar el poder.

La consulta y sus resultados

El Referéndum constó de cinco preguntas, elaboradas en el siguiente orden: 1) conocer si la población está de acuerdo en rechazar las fronteras establecidas por el Laudo Arbitral de París (1899), en el que Guyana sustenta su soberanía sobre el territorio; 2) si existe respaldo al Acuerdo de Ginebra en el que se ancla la postura de Caracas; 3) si se valida la posición de no reconocer la jurisdicción de la CIJ; 4) repudiar la intención guyanesa de aprovechar la zona marina –rica en petróleo y gas– no delimitada; y 5) aprobar la creación del Estado Guayana Esequiba, otorgando ciudadanía y cédulas venezolanas a sus habitantes, en lo que sin duda constituye la interrogante más controvertida de la consulta. La intensa y millonaria campaña del PSUV llamó a los electores a votar cinco veces “Sí”.

Finalmente, el 3 de diciembre se desarrolló la jornada con reportes de escasa afluencia de participantes en los centros de votación. El Consejo Nacional Electoral (CNE), a través de su Rector Principal y Presidente, Elvis Amoroso, reportó «una evidente y abrumadora victoria del ‘Sí’ en este referendo consultivo por el Esequibo». Los porcentajes aprobatorios arrojados, según los datos oficiales, son: un 97,83% en la primera pregunta, un 98,11% en la segunda, un 95,40% en la tercera, un 95,94% en la cuarta y un 95,93% en la quinta. Destacó también que la participación alcanzó los 10,5 millones de electores, lo que representa un 50% del padrón electoral.

Lo primero que debemos decir de los resultados es que, si bien todos anticipaban una victoria del “Sí”, el gobierno esperaba un mayor porcentaje de participación para fortalecer su posición en torno al reclamo territorial. Afirmamos así que la intensa y millonaria campaña chovinista impulsada por el PSUV, no fue capaz de romper el sentimiento de apatía de amplios sectores de la población, frente a procesos electorales y políticos en general que no implican una mejora mínima en sus condiciones de vida.

Claramente, al gobierno le pasó factura su política de desestimular el voto en pasadas jornadas electorales, con la cual se impuso en las parlamentarias del 2020 y en las regionales del 2021, en contextos de altísima abstención. Su táctica de erigirse como la minoría electoral más grande, sólo profundizó aún más la desconfianza popular ante las instituciones, las cuales son vistas por el pueblo trabajador como las responsables de la vulneración de sus condiciones de vida y el despojo sistemático de sus derechos. Esta percepción no se pudo revertir en los últimos meses, cuando las necesidades políticas cambiaron y demandaron una alta participación. Estamos en presencia de una de esas ironías de la historia, que a cada tanto aparecen para cobrar la inconsecuencia, la manipulación y la mezquindad.

Declaraciones

Las reacciones a los resultados no se hicieron esperar. “María Corina Machado publicó en su cuenta en la red social X (antigua Twitter) lo siguiente: Al final, la verdad siempre se impone. Todos sabemos lo que pasó ayer: el pueblo suspendió un evento inútil y dañino a los intereses de Venezuela, porque la Soberanía se ejerce, no se consulta”. Sus jefes en Washington refirieron que el conflicto territorial no es algo que puede resolverse mediante Referéndum. Esto fue expresado un día después del evento por Matthew Miller, portavoz del Departamento de Estado, quien también destacó positivamente el Laudo Arbitral de 1899 y recordó que Maduro no ha cumplido los Acuerdos de Barbados, en relación a la liberación de más “presos políticos” y estadounidenses aprehendidos en nuestro país.

Acto seguido, Maduro rechazó tajantemente estas palabras, que fueron catalogadas por la Cancillería venezolana como una “intromisión inaceptable”. Pese a las enormes distancias políticas que nos separan del PSUV, nosotros, los militantes de Lucha de Clases, también rechazamos contundentemente las declaraciones del portavoz imperialista, que no tiene ningún derecho a entrometerse en los asuntos internos de Venezuela. Sus comentarios forman parte de la participación indirecta de la Casa Blanca en el conflicto, en resguardo siempre de sus intereses. No obstante, un gobierno como el de Maduro que negocia su continuidad con el imperialismo, mientras le ofrece a sus multinacionales innumerables ventajas y la entrega de recursos a cambio de inversiones, es el menos adecuado para defender al país que está rematando para mantenerse en el poder, toda vez que aplasta las aspiraciones del pueblo trabajador.

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Por otro lado, el Presidente de Guyana, Irfaan Alí, pidió al mandatario cubano Miguel Díaz-Canel que juegue un papel mediador en el conflicto, en reunión sostenida en Emiratos Árabes Unidos. Tal disposición al diálogo contrasta con el acto chovinista encabezado por el propio Alí el 24 de noviembre en la montaña de Pakarampa –a pocos kilómetros del Estado Bolívar de Venezuela–, donde expresó el interés de la burguesía guyanesa de finiquitar el diferendo, para seguir beneficiándose de las migajas que caen del aprovechamiento imperialista de las riquezas del Esequibo, sin más impugnaciones y reclamos.

Recordemos también que el gobierno de Alí, con la excusa de defender a su país, evalúa la instalación de bases militares extranjeras en Guyana, lo que reforzaría el sometimiento nacional de esta República a EEUU, algo que sin duda lamentará el pueblo trabajador guyanés más temprano que tarde. La puesta de nuevas bases militares gringas en el país vecino, reforzará las capacidades de intervención del imperialismo yanqui en la región.

¿Habrá una guerra?

Una vez realizado el Referéndum, el mandato de la mitad del padrón electoral (según la data oficial) ha lanzado la pelota al campo de Maduro. Seguramente, este intentará mostrarse como el gran campeón de la defensa de los intereses de la nación, mientras se aproximan los comicios presidenciales. Pero Maduro será objeto de enormes presiones para la toma de medidas duras, por parte de su fracción militar nacionalista, de los distintos sectores de la burguesía tradicional, y en menor proporción, de la vergonzosa izquierda chovinista que clama por un despliegue militar y el conflicto fratricida entre pueblos hermanos, para el regocijo de las élites burguesas venezolanas.

Como consecuencia del Referéndum, y si el gobierno termina cediendo a las presiones, es posible que se impulsen medidas constitucionales en pro a cumplir con el mandato de la pregunta cinco: crear –en el papel– el nuevo Estado Guayana Esequiba y cedular a su población, lo que podría ser interpretado internacionalmente como un intento de anexión y que solo podría hacerse efectivo por la vía armada. En las primeras de cambio, creemos que el gobierno evitará llegar hasta ese punto. El problema para Maduro es que no seguir adelante con el proceso iniciado por él, ante el inminente revés de Venezuela en La Haya, lo dejará a merced de todos los sectores chovinistas como el gran responsable directo de la derrota. Mostrarse vacilante a partir de ahora tendrá tremendos costos políticos.

Es el factor de presión anterior el que no nos permite descartar de plano cualquier escenario. Pero incluso si la controversia escala, las distintas potencias imperialistas tratarían de fungir como apagafuegos. Así lo explicó Lucha de Clases – CMI en el documento del 30 de noviembre: Por una postura de clase e internacionalista: Una contribución al debate sobre el conflicto Venezuela Guyana y el Referéndum sobre el Esequibo:

“En todo momento, China –que tiene intereses en el terreno– y EEUU, desde sus instancias particulares, presionarán para que la controversia no se salga de control. Después de todo, no sería conveniente para estas potencias dejar que una guerra dañe sus planes de producción en la zona. Además, en el contexto actual, con el enorme rechazo de la opinión pública estadounidense a las aventuras bélicas de su gobierno y con los otros frentes de guerra abiertos en el mundo, con participación indirecta de EEUU, lo más probable es que el tío Sam intente, por un lado, presionar diplomáticamente a Maduro para que desista en los canales de negociación que tienen aperturados, y, por el otro, mostrarse ante el mundo fuerte y amenazante, instalando bases militares en el Esequibo como un elemento disuasivo importante y como un enclave de gran valor estratégico para incidir con más fuerza en el mediano y largo plazo (con todas las opciones sobre la mesa) en la política guyanesa, venezolana, caribeña y sudamericana”.

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Pese a todos los contrapesos mencionados, ningún escenario puede ser descartado. Lo que a nuestro juicio parece ser evidente es que toda la campaña chovinista del gobierno podría volverse en su contra si recula.

Una verdad necesaria y la cuestión nacional

Sobre la historia de la controversia territorial entre Venezuela y Guyana, los militantes de Lucha de Clases – CMI Venezuela tenemos una posición bien definida:

Reconocemos que el territorio del Esequibo fue despojado a Venezuela como parte del expansionismo del imperio británico en el siglo XIX, en búsqueda de oro y una posición privilegiada en los márgenes del río Orinoco. En dicha expansión, incluso se llegó a plantear la posibilidad de incorporar tierras del actual Estado Apure a la entonces Guyana Británica. La débil burguesía venezolana confió la defensa del territorio nacional al naciente imperialismo estadounidense, que a cambio de favores políticos, pactó con los británicos en 1897 definir la controversia en un arbitraje, sin representación venezolana. El acto siguiente fue el fraudulento Laudo de París de 1899, donde hubo complicidad entre los representantes británicos y el juez ruso Friedrich Martens para decidir a favor del Reino Unido.

Las convulsionadas cinco primeras décadas del siglo XX introdujeron nuevos elementos a la ecuación. En especial, destacamos el equilibrio de fuerzas internacionales surgido tras la segunda guerra mundial, la aparición de la URSS como actor de enorme peso, el desarrollo de la guerra fría y las revoluciones en el mundo colonial. La combinación de todos los factores anteriores transformaron la reclamación venezolana en su contrario. El pueblo trabajador guyanés, mediante procesos que se mencionan y explican en el documento que antes citamos, luchó por conquistar su emancipación del Reino Unido, topándose con intervenciones de tropas británicas, componendas golpistas y enfrentamientos raciales auspiciados por EEUU, para impedir que la izquierda –potencialmente aliada a la URSS– tomara las riendas del proceso de independencia. En todo este proceso, la burguesía venezolana, a través de los gobiernos puntofijistas de AD en los años 60, fue una cabeza de playa de los intereses imperialistas contra Guyana. Esta participó en conspiraciones golpistas, que hoy conocemos por documentos desclasificados de la CIA, y utilizó el reclamo sobre el Esequibo como arma para trastocar el proceso de liberación nacional de un pueblo hermano, cansado del yugo británico.

Con la ayuda de Venezuela, los imperialistas británicos y estadounidenses impusieron, mediante el fraude electoral, a un gobierno títere encabezado por Forbes Burnham (PNC) en 1964. Hecho el trabajo, desde Washington y Londres permitieron la independencia formal de Guyana en 1966. Sin embargo, la oligarquía de nuestro país no se conformó y luego promovió varias embestidas contra la nueva República. Fuerzas militares acompañadas de civiles tomaron la isla de Anacoco en 1966, para después ampliar el mar territorial venezolano cerca de 12 millas marinas. El gobierno adeco de Raúl Leoni tuvo injerencia en la rebelión separatista de Rupununi, en franca colaboración con el reaccionario partido guyanés UF.

De esta manera, podemos ver como la reclamación venezolana pasó de ser en principio legítima a adoptar un carácter reaccionario, en la medida en que agredía al pueblo guyanés en torno a las ambiciones de poder regional de la burguesía venezolana y su colaboración con las potencias imperialistas.

En relación a aquellos auto-percibidos revolucionarios que se han dejado seducir por las ideas del nacionalismo burgués, conviene refrescar algunas nociones del marxismo en torno a la cuestión nacional, para establecer una posición internacionalista consecuente y no caer en la trampa gubernamental, que distorsiona por canales reaccionarios el instinto antiimperialista del pueblo venezolano.

En el texto, El marxismo y la cuestión nacional, Alan Woods y Ted Grant explicaron como Marx y Engels abordaron y estudiaron la situación de opresión del pueblo polaco e irlandés durante el siglo XIX. Esto lo hicieron siempre desde una perspectiva dialéctica, es decir, entendiendo el fenómeno como un problema que se desarrolla en un contexto histórico-social concreto, siempre dinámico y cambiante.

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En todo momento, mostraron su oposición a las ideas abstractas de Proudhon y sus seguidores –quienes negaban la importancia de las luchas de liberación nacional–, y también contra el nacionalismo pequeño-burgués de Mazzini en las batallas políticas dentro del Consejo General de la Primera Internacional. Sobre el tema, en sus escritos contra Proudhon, Marx y Engels subordinaban la cuestión nacional a la «cuestión obrera».

La idea de subordinar la cuestión nacional a la cuestión obrera significa asumir las luchas de liberación nacional desde el punto de vista de los intereses generales del proletariado y la revolución mundial. Y esos intereses generales de los trabajadores superan cualquier marco étnico, religioso, cultural y nacional. Los padres del socialismo científico, desde el Manifiesto Comunista decían: “Los trabajadores no tienen patria”. En este sentido, la cuestión nacional no es contraria al internacionalismo proletario, sino que puede ser parte de la lucha más amplia de la clase obrera por derrocar el capitalismo.

Lenin, en su obra El derecho de las naciones a la autodeterminación expresó lo siguiente: «Los intereses de la clase obrera y de su lucha contra el capitalismo exigen una completa solidaridad y la más estrecha unión de los obreros de todas las naciones, exigen que se rechace la política nacionalista de la burguesía de cualquier nación”. (El subrayado es mío). Y en este mismo texto, remarcó: “Quien quiera servir al proletariado deberá unir a los obreros de todas las naciones, luchando invariablemente contra el nacionalismo burgués, tanto contra el ‘propio’ como contra el ajeno». Más claro, es imposible.

Este posicionamiento es demoledor contra aquellos supuestos revolucionarios que asumen posiciones nacionalistas, y que no les bastaría conocer el historial de agresión de la oligarquía venezolana contra Guyana para asumir una postura correcta. Quizás algunos se limitarán a condenar todo el prontuario de la oligarquía venezolana, pero después se contradeciría insistiendo en que el Esequibo es venezolano y por tanto había que recuperarlo.

Entendiendo el carácter reaccionario que tomó la reclamación venezolana, creemos que la posición correcta que debió asumir la izquierda venezolana era denunciar y luchar contra la clase dominante local en solidaridad con el pueblo guyanés. En el presente, lo dicho sugiere incluso la posibilidad de abandonar, por parte de las organizaciones revolucionarias, la reclamación territorial, pues su carácter antiimperialista de inicio fue superado hace mucho tiempo.

Han pasado las décadas, y aún se mantiene el carácter reaccionario de la reclamación venezolana, pero desde otro ángulo. Pese a la presencia de comunidades indígenas en el Esequibo, que no responden a ninguna autoridad nacional de Guyana y Venezuela, la mayoría de la población de este territorio se asume guyanesa. Lo anterior implica que recuperar hoy la Guayana Esequiba, supone oprimir y subyugar a cientos de miles de personas que no se sienten venezolanas (y tampoco quieren serlo).

Aquellos desde la izquierda que, conociendo lo anterior, persisten en una postura chovinista, deben ser desenmascarados y denunciados como miopes serviles a la causa de la clase dominante venezolana. Y esto debe hacerse con la misma vehemencia que Lenin, Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Trotsky, entre otros, denunciaron en 1914 la capitulación de la socialdemocracia al patriotismo reaccionario que condujo a millones de muertes, como parte de la primera gran carnicería imperialista.

Previendo que mis palabras pueden ser manipuladas por algún chovinista, aclaro de antemano que nunca dije que los revolucionarios venezolanos de hoy deben ponerse del lado del gobierno guyanés, servil al imperialismo estadounidense. De instalarse una base militar de EEUU en Guyana, las clases dominantes de este país servirán como una cabeza de playa para la agresión contra nuestro pueblo. Y puede que no necesiten de una instalación militar gringa para cumplir con ese papel, tal y como cuando los papeles estuvieron invertidos. Es por eso que, con la misma fuerza que condenamos la maniobra del PSUV y el chovinismo de la burguesía tradicional, también repudiamos el accionar de la burguesía guyanesa y su gobierno proimperialista. Que nunca se olvide que la cuestión nacional es, antes que nada, una cuestión de clases.

Unidad de los trabajadores de Venezuela y Guyana

Partiendo desde la sensatez, Venezuela tiene una muy escasa posibilidad de recuperar el Esequibo, que es, vale decir, profundamente reaccionaria. Solo a través de una guerra podría consumarse esta aspiración. Pero dada la alianza militar de Guyana con EEUU, las oportunidades parecen casi nulas. La salida diplomática, satisfactoria para todas las partes, es, por no decir menos, utópica. El fracaso del Acuerdo de Ginebra así lo comprueba. Asimismo, la salida judicial, a través de la CIJ, no hará que la parte derrotada renuncie a sus pretensiones.

Es necesario que los trabajadores de la ciudad y el campo de Guyana y Venezuela, resistan y confronten el nacionalismo burgués de las élites, las cuales pretenden llevarnos a una guerra fratricida para posicionar sus intereses. Los explotadores y opresores de aquí y allá están fomentando odios nacionales tóxicos, preparando el terreno para este escenario. En este sentido, la única guerra en que los trabajadores debemos estar dispuestos a participar es contra el capitalismo, no contra nuestros hermanos y hermanas del otro lado de la frontera.

Lo anterior implica no distraer la atención a los problemas internos, que en Venezuela son: los salarios miserables, la profunda desigualdad de ingresos, el colapso generalizado de los servicios públicos, la inflación más alta del mundo, la falta de oportunidades, entre otros, que todos son producto de la crisis estructural del capitalismo rentista criollo y de la brutal política de ajuste emprendida por Maduro.

La clase obrera y las organizaciones genuinamente revolucionarias de Venezuela y Guyana, deben poner todos sus esfuerzos en desenmascarar a sus propias clases dominantes a lo interno y resistir, mediante la movilización de calle y la huelga, cualquier escalamiento del conflicto al terreno bélico.

La única solución que puede dar al traste con esta infame controversia, radica en el levantamiento revolucionario de los trabajadores venezolanos y guyaneses contra sus opresores y la transformación socialista de ambos países, creando un proceso genuino de integración, como parte de una Federación Socialista de América Latina y el Caribe.

Con la misma valentía de Karl Liebknecht en 1914, los revolucionarios consecuentes debemos levantar la consigna: “No a la guerra, el enemigo está en casa”.