Hace tres años, el 15 de agosto de 2005, el gobierno israelí implantó su plan de retirar los controles militares y los asentamientos judíos de la Gaza ocupada. El movimiento contó con el apoyo de la mayoría de los israelíes, especialmente entre la izquierda y centro-derecha israelí. Pero contó con la oposición activa de la mayor parte de la derecha, los sionistas religiosos, algunos sectores de la burocracia militar y la subclase empobrecida que vive en las periferias de las ciudades israelíes, influenciados por una dirección ortodoxa. El plan además contó con una amplia cobertura tanto en los medios de comunicación israelíes como internacionales. Provocó una serie interminable de debates y el inicio en la sociedad israelí de campañas masivas y manifestaciones de masas a favor o en contra del plan.

Hace tres años, el 15 de agosto de 2005, el gobierno israelí implantó su plan de retirar los controles militares y los asentamientos judíos de la Gaza ocupada. El movimiento contó con el apoyo de la mayoría de los israelíes, especialmente entre la izquierda y centro-derecha israelí. Pero contó con la oposición activa de la mayor parte de la derecha, los sionistas religiosos, algunos sectores de la burocracia militar y la subclase empobrecida que vive en las periferias de las ciudades israelíes, influenciados por una dirección ortodoxa. El plan además contó con una amplia cobertura tanto en los medios de comunicación israelíes como internacionales. Provocó una serie interminable de debates y el inicio en la sociedad israelí de campañas masivas y manifestaciones de masas a favor o en contra del plan.

 

 

Ha llegado el momento de evaluar el significado histórico del plan a la luz tanto de sus críticas como apoyos. ¿Fue realmente un paso para acabar con la ocupación como pretenden algunos sectores en la izquierda? ¿Qué implicaciones tuvo para las masas palestinas y judías de la región?

 

 

La razón de la retirada: la demografía territorial

 

 

Se han sugerido muchas razones para explicar el «cambio de corazón» de Ariel Sharon: de terco seguidor e implantar asentamientos judíos en los territorios ocupados en sus inicios como primer ministro israelí, a evacuar a los colonos judíos sin un acuerdo de paz. Algunos han sugerido que fue el resultado de la presión norteamericana. Otros, un deseo para complacer a la judicatura y los medios de comunicación (que en Israel se considera que están orientados a la «izquierda»), en un momento en que estaban apareciendo importantes acusaciones de corrupción. Otros sugirieron presión de los lobbies empresariales israelíes. Puede que en todo ello exista algo de verdad, pero las verdaderas causas del plan de retirada no fueron de contingente ni accidentales. Sus orígenes están en la base del colonialismo sionista.

 

 

El sionismo es un movimiento colonial que siempre se basó en dos principios: demográfico y territorial. Con territorio queremos decir el deseo de los sionistas a extender su territorio tanto como sea posible. Demografía significa mantener el territorio con una aplastante mayoría judía. Hasta los años ochenta, estos dos principios básicos parecían solaparse. Israel pensaba que podría mantener indefinidamente los territorios ocupados durante la guerra de 1967, independientemente de lo grande y atestada que fuese la población palestina. Confiaba en su capacidad de fragmentar y reprimir a los palestinos hasta el punto en que no representasen una amenaza. Los gobiernos israelíes se engañaban a sí mismos pensando que el aumento del nivel de vida mediante el empleo por parte del capitalismo israelí sería suficiente para mantenerles dóciles y obedientes.

 

 

Esta ilusión se despedazó en 1987. Los niveles de vida puede que hayan aumentado, pero el capitalismo israelí también se enfrentó a la crisis económica internacional. Los empleos comenzaron a escasear y la población aumentaba mientras la economía se estancaba. Además, la nueva generación de palestinos más culta quería algo más de la vida que ser no-ciudadanos y trabajadores no cualificados para el capitalismo israelí. La clase dominante israelí se enfrentó a una gran rebelión de la sociedad palestina. La demografía comenzó a chocar con el territorio y desde entonces el escenario político de Israel se ha dividido entre demográficamente orientado a los sionistas y territorialmente a los otros. Por primera vez, los líderes israelíes comenzaron a pensar en librarse de algunos territorios, particularmente de Gaza con una población muy densa y políticamente movilizada. Ya en 1989 Shimon Peres, uno de los principales políticos y más tarde impulsor del sionismo demográfico, anunció la intención de retirarse de Gaza, convirtiéndola en un estado palestino «libre», mientras mantenía Cisjordania.

 

 

El sionismo demográfico tuvo su apogeo en 1993, durante la administración de Rabin, en el contexto del fracaso de Israel frente a la resistencia palestina de masas. Fue un intento serio de convencer con engaños a la dirección de la resistencia palestina, la OLP, un intento de Israel de vigilar a las masas palestinas a cambio de su reconocimiento y control de algunos enclaves palestinos. Aunque oficialmente esto pondría a muchos palestinos fuera de la responsabilidad de Israel, no oficialmente, el nuevo «estado» y la OLP aún dependerían de Israel. Este proceso fue alterado por el asesinato de Rabin a manos de un derechista religioso radical. Pero este plan no se habría podido completar aunque Rabin no hubiese sido asesinado: era dudoso que las masas palestinas tragasen con él. Algo que se pudo ver en la nueva insurrección del año 2000.

 

 

En el año 2000, la insurrección palestino reapareció con una mayor fuerza, superando la combatividad de la anterior Intifada de 1987. Trágicamente, esta insurrección en su mayor parte contó con la dirección reaccionaria de Hamas. Incapaz de ofrecer soluciones, Hamas comenzó una campaña violenta de terrorismo individual. Mientras causaba la muerte de cientos de civiles israelíes, hacía el juego al Estado sionista que atacó a la población palestina con medidas contraterroristas cada vez más violentas, convirtiendo las vidas de los palestinos en un infierno en vida.

 

 

La OLP sufría la presión de la insurrección y las consecuencias de los ataques israelíes, su dirección estaba debilitada con relación a la ascendente Hamas, eso les obligó a radicalizar su posición hacia Israel, varias fracciones de la OLP comenzaron a realizar por decisión propia atentados terroristas contra Israel. En estas circunstancias, la elite gobernante israelí explotó la nueva situación apretando los tornillos a la dirección de la OLP y así utilizarla contra Hamás.

 

 

El sionismo territorial parecía volver a la situación de tablas. La arrolladora victoria de Ariel Sharon sobre el primer ministro laborista Ehud Barak selló el acuerdo. Sharon no ganó porque pudiera resolver alto, su victoria era fruto de la rabia y la desesperación. Los israelíes llegaron a creer que las anteriores concesiones a la OLP significaban un «sacrificio enorme», entregar partes importantes de la eterna patria judía, todo por la paz. La insurrección para muchos israelíes fue considerada una traición de los palestinos, una prueba de su «barbarie» y una naturaleza engañosa que debía ser vengada. Pero todo esto no resolvía la contradicción original: la tarea de controlar directamente a la población palestina se hizo más difícil y costosa. Los estrategas israelíes tenían que soltar algo de vapor. Tuvieron que renunciar a la dominación de algunos de los territorios más habitados de Palestina incluso sin la colaboración de la OLP.

 

 

Esta situación dio lugar a dos planes mutuamente inclusivos: evacuar a los colonos judíos de la Gaza ocupada mientras al mismo tiempo construir un muro entre los asentamientos judíos y palestinos en la Cisjordania ocupada. Ambas medidas realmente son parte de uno y el mismo plan: aflojar el control formal israelí sobre algo de territorio, mientras al mismo tiempo mantiene la mayoría judía dentro de la nueva frontera. Lo irónico fue que la contradicción era tan grande que fue el propio Ariel Sharon, el promotor más radical del sionismo territorial, quién tuvo que implantar por primera vez el sionismo demográfico en toda la historia de Israel.

 

 

Los seguidores del sionismo demográfico, incluido elementos muy a la «izquierda», intentaron presentar el plan como un paso hacia la paz. No era otra cosa que un engaño cínico. El plan de retirada puede que haya eliminado asentamientos judíos y puestos militares, pero no ha cambiado el hecho de que Gaza sea la prisión más grande del mundo. No ha hecho a los palestinos de Gaza más independientes: tendrían más libertad para moverse dentro de Gaza, pero estaban condenados a ser dependientes y estar bajo el pulgar del estado israelí (o más tarde Egipto), sólo podrían abandonar el territorio por una razón: empleo, alimentos, electricidad, cuidado sanitario, materias primas y otras mercancías. La economía de Gaza dependía de los colonos. No es sorprendente que después de la implantación del plan, se produjera un declive importante de la economía de Gaza. De esta manera, la eliminación de los asentamientos no sirvió para detener la ocupación, sólo permitió una mayoría palestina dentro de sus fronteras pero Israel mantenía su grillete sobre Gaza.

 

 

La retirada y la izquierda israelí

 

 

Si antes de 2004 alguien le hubiera dicho a Yariv Oppenheimer, el secretario general y portavoz de la mayor organización israelí de izquierdas, Shalom Achshav (Paz Ahora), que apoyaría al gobierno de Ariel Sharon, Oppenheimer habría puesto en cuestión la salud mental de su entrevistador. Después de todo, Sharon era el némesis de la izquierda israelí y de los movimientos de derechos humanos. Sharon fue la principal fuerza que estuvo detrás de la primera guerra del Líbano, responsable de incontables muertes, heridos y vidas arruinadas tanto en Líbano como en Israel. También fue la inteligencia superior del proyecto de asentamientos israelíes, diseñada para utilizar los asentamientos judíos para controlar los territorios ocupados, marginando a las masas palestinas e impidiendo que consiguieran sus derechos, al mismo tiempo que las explotaban como mano de obra barata. Desde 2003, Sharon encabezó uno de los gobiernos más letales y violentos de la historia de Israel: utilizando métodos de represión sin precedentes contra los palestinos corrientes mientras que al mismo tiempo era incapaz de detener el terrorismo, alimentado por la desesperación palestina. Su gobierno también se vio inmerso en la corrupción, con el propio Sharon implicado hasta los huesos, mientras que al mismo tiempo aplicaba una política neoliberal radical contra las masas trabajadoras israelíes. ¿Qué activista de izquierdas tiene razones para apoyar a este tipo de gobierno?

 

 

Por si no fuera suficiente, no sólo Oppenheimer, sino casi toda la izquierda israelí apoyó la posición de Ariel Sharon y su gobierno. Esta anomalía se explica con facilidad. Lo que en Israel recibe la etiqueta de «izquierda» no es un movimiento basado en la lucha de la clase obrera por el socialismo y la democracia, como ocurre con los principales partidos de izquierda que surgieron en Europa. Estos movimientos en Israel nunca crecieron a gran escala. En su lugar, lo que se denomina izquierda se trata más de bien de una fracción de la elite, que utiliza retórica socialista y práctica corporativista para convencer a los trabajadores judíos de que construyan su propia prisión: el estado capitalista sionista. Estos grupos de la elite compartían la versión fría y pragmática del sionismo promovida por el primer ministro de la historia de Israel, David Ben-Gurion. Su principal preocupación es consolidar el Estado a través de la mayoría judía. Cualquier principio ideológico o moral es algo secundario en sus objetivos.

 

 

Una generación tras otra, estos grupos se han reencarnado en el Partido Laborista, y en su satélite liberal de izquierdas, el partido Meretz, y en el movimiento extra-parlamentario SHlaom Achshav. En su mayoría proceden de judíos de clase media y alta. Los dirigentes de estos grupos puede que hablen del sufrimiento de los palestinos, pero en sus filas apenas hay palestinos. Lo que les distingue de sus rivales de «derechas» territorialistas es su comprensión de que el sionismo no será estable mucho tiempo si no se dejan a un lado las preocupaciones demográficas.

 

 

Desde 1987, la mayoría de los elementos sociales que han apoyado el sionismo territorial han procedido de la «derecha», y los que apoyaban el sionismo demográfico eran etiquetados como «izquierda». La fracción de «derechas» de la clase dominante y sus seguidores permanecieron leales a su credo sionista romántico de controlar todo «el territorio de Israel». Mientras que la «izquierda», más pragmática, era consciente de que el control oficial de los territorios ocupados se estaba convirtiendo en un factor desestabilizador, ya que la clase dominante sionista dependía de la consolidación de una mayoría judía para poner seguir en el poder.

 

 

Shalom Achshav es considerada en Israel como un movimiento «radical» de izquierdas. Comenzó como un movimiento de masas para protestar contra la primera guerra en Líbano. Pero sin las raíces adecuadas en la clase obrera terminó cristalizando en un movimiento pequeño-burgués, con una presencia significativa entre altos oficiales del ejército retirados que son militantes activos. En gran parte es financiada por la burguesía europea: una parte significativa de sus fondos llegan directamente de la UE y de algunos estados europeos como Finlandia, Noruega y Gran Bretaña. Otra fuente significativa de dinero es norteamericana. La composición social y sus «patrocinadores» pueden explicar por qué los dirimentes de este movimiento «radical» nunca han intentado hacer un llamamiento a la clase obrera judía y palestina para que unan sus fuerzas contra sus opresores comunes. También demuestra por qué a pesar de toda su retórica «radical» y su lloriqueo sobre la construcción de asentamientos y violación de los derechos humanos, nunca han levantado la voz contra el sionismo o han convocado huelgas contra la guerra.

 

Recientemente, de modo grotesco, apelaron a George W. Bush para que presionara al gobierno de Olmert y detuviera la construcción de asentamientos en los territorios ocupados. Privado de cualquiera fuerza social, sólo les quedó apelar al líder del imperialismo global para que les ayudara. Aunque de boquilla apelan a los sentimientos contra la guerra, su principal obsesión son los asentamientos en los territorios ocupados a los que consideran la fuente de todos los males.

 

 

El Partido Laborista y el Meretz comparten la misma historia: muy elitistas en sus círculos dirigentes y apoyados sobre todo por la comunidad empresarial y otros elementos de clase media alta. Solían ser considerados en el pasado «partidos obreros», pero defendiendo su idea de que con la desindustrialización del capitalismo israelí, con la desafiliación sindical del proletariado israelí y su dispersión en el sector servicios, entonces ya no era necesario mantener esa apariencia. Se llamaban a sí mismos «sionistas de izquierdas», pero no pueden ser tal cosa, simplemente porque es un término contradictorio. Los dirigentes de estos partidos podrían ser descritos de una manera más acertada como sionistas pragmáticos. Son parte de la clase dominante que es consciente de que su situación no puede mantenerse inestable si Israel no puede mantener una mayoría judía.

 

 

Muchos idealistas de izquierdas, que verdaderamente quieren acabar con la ocupación pero que no ven otra solución que mantener separados a judíos y palestinos, se unieron a estos reaccionarios «pragmáticos». Los idealistas creían equivocadamente que la ocupación es epitomizada por los asentamientos judíos. El racismo radical y la violencia de algunos de los colonos y el hecho de que la excusa utilizada para justificar la constante presencia militar sobre el pueblo palestino por el ejército israelí sea precisamente la protección de los asentamientos, todo esto ayudó a crear esa impresión. Estos grupos se obsesionaron con el desmantelamiento de los asentamientos y vieron el plan de retirada como un paso en esa dirección. Pero la ocupación con consiste sólo en asentamientos judíos, en tal caso, éstos sólo sirven para racionalizarla. La ocupación es controlar el territorio mediante la represión de sus habitantes. Consiste en la restricción de movimientos y en constantes violaciones de los derechos del pueblo ocupado: en la medida que los movimientos de los palestinos son controlados por Israel, que Israel controla el suministro de mercancías y el tránsito de trabajadores palestinos y, en la medida que los territorios ocupados siguen dependiendo económicamente de Israel, la expulsión de los colonos no detendrá la ocupación, sólo la hará más manejable.

 

 

La eliminación de los asentamientos y facilitar el control de los territorios sin tener que comprometer una mayoría judía, esto explica por qué Oppenheimer y otros sionistas de «izquierda» apoyaron a Sharon. Lo que ellos percibían como una ayuda al dominio de la mayoría judía bajo las fronteras del estado israelí era más importante que mantener la integridad territorial. En realidad, ayudando a estabilizar el gobierno de Sharon demostraron lo vacía que era su retórica sobre los derechos humanos y la justicia social.  El menguante apoyo de los sionistas de «izquierda» entre las masas israelíes es la razón de por qué se volvieron más dependientes del ala de derechas para implantar su política, una vez que se dieron cuenta de que no había otra opción. Eso es exactamente lo que ocurrió a Ariel Sharon y por eso le apoyaron.

 

 

En cuanto a la «izquierda» sionista, ¿Qué ocurre con el Partido Comunista (PCI) no sionista? En una página web relacionada con el partido, Issam Makhoul, el secretario general del partido declaró formalmente el 16 de octubre de 2005 que el PC se oponía al plan: «estamos en contra del Plan de Evacuación-Anexión de Ariel Sharon» [i]. Criticó correctamente el plan, como un plan destinado a estabilizar la ocupación y que no acabaría con ella. Sin embargo, los parlamentarios del PC no votaron en contra de ella y finalmente decidieron abstenerse. Quizá la razón principal de esa inconsistencia sea que temían desatender al mismo voto que forma el núcleo duro de los partidos reaccionarios de la derecha religiosa y, sobre todo, debido a sus conexiones con la dirección de la burocracia de la OLP, que apoyaba el plan esperando así aumentar su control sobre Gaza.

 

 

El Kadima

 

 

Después de la exitosa implantación del plan de retirada, Ariel Sharon disfrutó de una enorme popularidad, pero él y sus beneficiarios estaban aislados dentro de su partido derechista: el Likud. Decidió formar un nuevo partido, el Kadima (Adelante). Este partido estaba organizado totalmente alrededor de Sharon. El Kadima es algo muy similar al Partido de la Unidad de Vladimir Putin. Es el partido de un solo hombre con una toma de decisiones muy autoritaria que otorga todos los puestos lucrativos a sus más cercanos beneficiarios y compinches: cuanto más leales son, puestos más altos consiguen, independientemente de sus habilidades, popularidad e ideología. No es sorprendente que el Kadima pronto se convirtiera en el cubo de basura de los políticos israelíes: albergando a los más pingües, pelotas, corruptos y oportunistas de todos los políticos israelíes, tanto del Likud como del Partido Laborista. Cuando Ariel Sharon sufrió un ictus y cayó en coma, fue sustituido por su segundo al mando, Olmert, un político gris, privado de popularidad o habilidad, que consiguió su posición simplemente  haciendo la pelota a Sharon y apoyándole mejor que el resto.

 

 

Este dudoso tropel disfrutó de una popularidad sin precedentes en las encuestas, que mostraban constantemente que este nuevo partido artificial ganaría de modo arrollador las siguientes elecciones. No es que las masas amaran a Sharon y tampoco es que olvidaran los muchos defectos de su séquito. Fue debido a que creían que él era el único que podría implantar el sionismo demográfico hasta su máxima expresión: separar también unilateralmente a Israel de las zonas densamente pobladas de Cisjordania. El apodo de Sharon era «el bulldozer» y estaba convencido de su imparable y exitosa retirada de Gaza, a pesar de la enérgica resistencia de grandes sectores de la opinión pública e incluso en su propio partido. La ilusión era que con este nuevo partido Sharon sería capaz de completar la «limpieza» de Israel de tantos árabes como fuera posible sin tener que comprometer demasiado territorio.

 

 

 

Incluso después de que Sharon entrara en coma, el Kadima ganó las elecciones bajo la dirección de Olmert, aunque lejos de una victoria arrolladora. En su campaña electoral Olmert, bajo presión pública y de los asesores, publicó su plataforma política. Básicamente era la implantación cruda del plan de retirada de Cisjordania: una retirada unilateral de los asentamientos judíos de Cisjordania construidos en esta zona muy poblada de palestinos. En cuanto a las regiones de Cisjordania están muy cerca de la línea verde o tienen una presencia más pequeña, el nuevo plan pretendía fortalecer demográficamente el control israelí alojando allí a los evacuados judíos. Después estos territorios oficiales serán anexionados. En una entrevista Olmert sugería que el muro de separación sería considerado la nueva frontera oficial de Israel y que más allá sería la Palestina «libre». Esto es lo que Olmert denominaba el «plan de convergencia».

 

 

Este plan permitió a Olmert ganar las elecciones, pero inmediatamente fue evidente su inviabilidad. El nuevo gobierno era inestable e inclinado a la derecha. Simplemente había demasiados asentamientos que evacuar. En el plan de retirada el gobierno evacuó aproximadamente a 8.000 personas. El Plan de Convergencia debía evacuar al menos a 90.000 personas. Es dudoso que el gobierno pudiera tener los recursos y la mano de obra necesaria para evacuar, compensar y recolocar a tantas personas y en tan poco tiempo. Los colonos no se irían fácilmente. Los asentamientos de Cisjordania son ideológicos y militantes. Segmentos importantes del ejército, incluidos las filas superiores, les apoyan. El apoyo público del que disfrutan es mucho mayor y el consenso sobre una retirada unilateral de Cisjordania es mucho más bajo que respecto a Gaza. Por último, Cisjordania no sólo está dividida entre regiones pobladas por judíos y otras por palestinos. Si Israel quisiera instaurar una Palestina libre, la nueva línea fronteriza tendría que tener muchos giros y curvas para evitar las muchas aldeas y ciudades árabes.

 

 

Después de haber comprendido eso, Olmert comenzó a retrasar la solución que le permitió ganar las elecciones. La principal excusa fue la guerra en Líbano, iniciada por el gobierno poco después de ganar las elecciones. Después de la guerra Olmert dijo que dadas las nuevas circunstancias, posponía de modo indefinido el plan de convergencia. Desde entonces, el primer ministro intenta ganar tiempo con interminables e inútiles «conversaciones de paz» con el presidente palestino Mahmud Abbas, interrumpidas durante prolongados intervalos. De vez en cuando el gobierno anuncia «grandes avances» en las conversaciones con los líderes palestinos, pero sin proporcionar pruebas específicas.

 

 

Además, el gobierno Olmert, antes la gran esperanza, no hace otra cosa excepto intentar sobrevivir de un escándalo a otro. Con conchas como un galápago, Olmert demuestra una increíble capacidad para liberarse de cualquier crisis: desde la asombrosa derrota en Líbano, a las numerosas crisis de la coalición y fragmentaciones dentro de su propio partido, por no hablar de los reiterados escándalos. Es el primer ministro menos popular de la historia de Israel pero se mantiene en el poder, imponiéndose contra la voluntad de la población, pero su capacidad de maniobrar, cooptar y proporcionar empleos lucrativos es lo que le permite mantener a sus aliados políticos.

 

 

Las secuelas de la retirada: perspectivas presentes y futuras

 

 

En Gaza, el vacío lo ocupó inmediatamente Hamas. Esta organización luchaba contra la corrupta OLP que contaba con el apoyo israelí, eso les permitió controlar toda Gaza. Los palestinos al principio apoyaron a Hamas pero pronto comprendieron que a parte de imponer el dominio islámico esta organización no les proporcionaba nada. En su lugar, Hamas gastó la mayor parte de su tiempo disparando cohetes contra las ciudades y pueblos israelíes cercanos a Gaza. La principal promesa de la retirada fue proporcionar seguridad a los israelíes, pero ocurrió exactamente lo contrario: convirtió la Franja de Gaza en una región controlada por el odiado Hamas, que la utiliza como base para lanzar cohetes contra Israel y armarse a través de la frontera sur con Egipto. La principal promesa del sionismo demográfico demostró ser una falacia.

 

 

Con el gobierno de Olmert y la sombra continua del terrorismo, la sociedad israelí se durmió y deprimió.  Sin embargo, estalló una larga huelga de profesores de la educación pública, la más larga de la historia del país. La gente regresó a sus vidas privadas y no quería saber nada de la política. ¿Quién les puede culpar? Saben que el sucesor de Olmert probablemente no lo haga mucho mejor, ninguno proporcionará una estrategia diferente. El sionismo demográfico siempre fue una alternativa en caso de que fracasara el sionismo territorial. Pero ahora, el fracaso de la retirada en poner fin al terrorismo y crear un sentimiento de seguridad, por no hablar de la paz, han demostrado que el sionismo demográfico no es una solución.

 

 

El 31 de julio de 2008, Olmert anunció finalmente su dimisión, pero ninguno de sus potenciales sucesores parece muy prometedor. Puede que Olmert dimita, pero su legado vivirá: no hacer nada, ganar tiempo, oprimir a los palestinos y quizá de vez en cuando alguna guerra. El sionismo no es una alternativa.

 

 

Después de la retirada, los colonos evacuados quedaron desorientados y rotos emocionalmente. El Estado y particularmente Ariel Sharon, durante años les hicieron creer que eran el eje central de la empresa sionista. Ahora, el mismo Estado, encabezado por su anterior benefactor es el que les amenaza, incluso les trata como criminales expulsándoles de sus lujosas casas y destruyendo sus rentables empresas subvencionadas por el gobierno. Han pasado tres años desde el plan y no se han recuperado de la crisis. El Estado les ha abandonado. La mayoría todavía vive en caravanas, con un gran porcentaje de paro entre los más viejos y drogas entre la juventud. Según una encuesta reciente, el 55 por ciento de los evacuados necesitan tratamiento mental, el 37 por ciento describían su situación económica como «terrible» o «muy terrible».

 

 

Estas personas quedaron traumatizadas al ver la verdadera cara del sionismo: el sionismo no libera a los judíos, sólo les explota. Les intimida y engaña para proteger y servir a la elite dominante sionista. Trató a algunos judíos con gran dignidad, les hizo sentirse como reyes y después les degradó como a criminales tan pronto como cambiaron los intereses de la clase dominante. Conscientes de eso, pero sin una alternativa real, muchos de los evacuados se volvieron contra el Estado, negándose a entrar en el ejército e incluso a reconocer la bandera nacional, la misma bandera que ondeaba con orgullo chovinista antes de la implantación del plan. Algunos comenzaron a desarrollar fantasías insurreccionales, pero alejados de la población israelí, del ejército, capital y otras fuentes de poder, así la insurrección parece tener poco futuro.

 

 

Pero los que más sufren son los palestinos en Gaza. Privados de cualquier creatividad o solución, el gobierno oprimió ciegamente a las masas palestinas con bloqueos económicos y repetidos ataques militares dentro de Gaza. La vida de los palestinos es mucho peor y muchos han perdido sus empleos después del plan de retirada, muchos más padecen una vida imposible sin acceso a alimentos, electricidad o servicios médicos, restringidos por un gobierno inepto y caprichoso, cuya única función es la de practicar el terrorismo de estado.

 

 

El plan de retirada ha sido un absoluto desastre para todos los que viven bajo el dominio israelí. Lo único positivo es que demostró a muchos israelíes y palestinos «moderados» que el sionismo no es una solución, bajo ninguna de sus formas, escuelas o versiones. La respuesta inicial es la depresión colectiva, es comprensible. Pero de esa crisis puede surgir la comprensión de que no es la separación sino la colaboración entre los pueblos contra sus opresores comunes la única salida para conseguir una verdadera paz y estabilidad. La verdadera cara del sionismo se ha visto durante la administración Olmert. Olmert es el sionismo actual: el que ha utilizado todas sus soluciones y no ha hecho nada para legitimarse, excepto utilizar la violencia. Después de ver eso, ¿cuánto tiempo pasará hasta que las masas israelíes sean conscientes de que la solución a su sufrimiento está fuera del sionismo y no dentro de él?

 

 

 

[i] Issam Makhoul (2004). The ICP’s standing on Sharon’s Disengagement Plan, Ha’Gada Ha’Smalit (en hebreo).

 

«Compensación-Anexión» es una paráfrasis del nombre legal del plan: «Compensación-Evacuación».